El sabor de la aventura
Había una vez una pequeña ovejita llamada Lunita, que vivía en una hermosa pradera junto a su mamá, Mamá Oveja.
Desde que nació, Lunita había sido alimentada con la leche de su mamá, quien siempre estuvo pendiente de ella y la cuidaba con mucho amor. Pero un día, Mamá Oveja decidió que ya era hora de que Lunita aprendiera a valerse por sí misma y a comer pasto como las ovejas mayores.
Así que cuando Lunita se acercó a su mamá para tomar su rica leche materna, Mamá Oveja le dijo:"Lunita querida, ya eres lo suficientemente grande para dejar de beber mi leche. Es momento de comenzar a comer pasto como los demás".
Lunita quedó sorprendida y triste al escuchar aquellas palabras. No entendía por qué su mamá no quería seguir dándole leche. Pero decidió obedecerla y empezar a buscar pasto para comer.
Los días pasaron y Lunita intentaba comer el pasto tan duro y áspero como podía, pero no lograba encontrarle el gusto. Además, cada vez tenía más hambre porque el pasto no la llenaba tanto como lo hacía la leche.
Un día mientras buscaba desesperadamente algo más sabroso para comer en un rincón apartado del prado, encontró un libro viejo tirado entre las hojas secas. Intrigada, lo abrió y comenzó a leerlo.
En ese libro encontró una historia sobre cómo las ovejitas podían obtener otros alimentos además del pasto: frutas, verduras y hierbas deliciosas que las harían crecer fuertes y saludables. Lunita se emocionó al leer aquello.
Decidió que no se conformaría solo con el pasto y comenzó a explorar la pradera en busca de esas deliciosas comidas mencionadas en el libro. Así fue como Lunita descubrió un manzano lleno de suculentas manzanas, una huerta llena de zanahorias crujientes e incluso un jardín secreto donde crecían las hierbas más sabrosas que había probado jamás.
Con cada bocado de estas nuevas comidas, Lunita se sentía más fuerte y feliz. Comprendió entonces que su mamá solo quería lo mejor para ella, enseñándole a buscar diferentes alimentos para su bienestar.
Un día, cuando Mamá Oveja vio a Lunita tan radiante y llena de vitalidad, le preguntó:"Lunita, ¿cómo has logrado estar tan saludable si ya no bebes mi leche?"Lunita sonrió y respondió:"Mamá, gracias a ti aprendí que existen muchas otras cosas deliciosas aparte del pasto.
Ahora puedo disfrutar de frutas frescas, verduras crujientes e hierbas súper sabrosas. Aunque extraño tu leche, estoy muy contenta con todo lo nuevo que he descubierto".
Mamá Oveja miró orgullosamente a su pequeña ovejita y comprendió que había tomado la decisión correcta al dejarla experimentar por sí misma. A partir de ese día, Mamá Oveja permitió que Lunita siguiera explorando y descubriendo nuevos sabores, mientras ella estaba siempre cerca para cuidarla y guiarla en su camino.
Y así, Lunita aprendió que a veces es necesario dejar atrás lo conocido para encontrar nuevas oportunidades y experiencias en la vida. Y también comprendió que el amor de Mamá Oveja siempre estaría presente, sin importar cuán diferentes fueran sus elecciones alimenticias.
FIN.