El sabor de la bondad


Había una vez en un pequeño pueblo de la costa ecuatoriana, una niña llamada Carmen. Carmen era afroecuatoriana y tenía una sonrisa que iluminaba a todos los que se cruzaban en su camino.

Lo que más le gustaba hacer era vender helados de coco que ella misma preparaba con mucho amor y dedicación. Un día, mientras Carmen vendía sus deliciosos helados en la plaza principal del pueblo, se acercó un hombre malhumorado.

Era el dueño de una heladería famosa en la ciudad vecina y no le gustaba para nada ver a Carmen vendiendo helados caseros. "¡Tú no puedes vender helados aquí! ¡Estás arruinando mi negocio!"-, gritó el hombre enfurecido.

Carmen, sin perder la calma, le respondió con amabilidad: "Lo siento si te molesta, señor. Solo estoy tratando de ganarme unos pesos honestamente para ayudar a mi familia.

"-El hombre no quiso escuchar razones y amenazó con llamar a la policía si Carmen no se iba de allí inmediatamente. La pobre niña estaba preocupada, no sabía qué hacer. Fue entonces cuando se acercó a ella un anciano muy sabio que había estado observando toda la escena.

"No te preocupes, pequeña Carmen", dijo el anciano con voz tranquila. "Tengo una idea que puede ayudarte. "- El anciano llevó a Carmen a su casa y juntos prepararon una receta especial de helado de coco aún más deliciosa que la de ella.

Luego, el anciano sugirió vender los nuevos helados en un carrito decorado con colores brillantes para llamar la atención de todos.

Al día siguiente, Carmen regresó a la plaza con su nuevo carrito lleno de los exquisitos helados hechos por ella y el anciano sabio. La gente se acercaba curiosa al ver el colorido carrito y al probar los deliciosos helados no podían resistirse a comprar uno.

Pronto, las noticias sobre los increíbles helados de Coco-Carmen (como ahora se hacía llamar) se extendieron por todo el pueblo y más allá. La gente venía desde lugares lejanos solo para probar esos maravillosos helados que tenían un sabor único e inigualable.

El dueño de la heladería famosa quedó sorprendido al ver cómo las ventas en su negocio disminuían cada día mientras Coco-Carmen triunfaba con sus innovadores sabores y colores. Finalmente, comprendió que en lugar de tratar de detener a Carmen debería aprender algo de ella.

Así que decidió invitarla a trabajar juntos y combinar sus conocimientos para crear aún más variedades deliciosas que pudieran deleitar a todos los habitantes del pueblo.

Carmen aceptó encantada y juntos se convirtieron en socios comerciales exitosos, ofreciendo una amplia gama de sabores únicos que conquistaron los corazones (y paladares) de todos aquellos que probaban sus exquisitos helados.

Y así fue como Carmen pasó de ser simplemente "la niña afroecuatoriana que vendía ricos helados" a convertirse en "Coco-Carmen, la reina indiscutible del mundo heladero", demostrando una vez más que con esfuerzo, creatividad y bondad siempre se puede alcanzar el éxito.

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