El sabor de la generosidad
Suad era una niña muy especial. Desde pequeña había mostrado un talento excepcional para la cocina. Le encantaba mezclar ingredientes, probar sabores y crear platos deliciosos que hacían agua la boca a todos en el pueblo de Mochima.
Un día, Suad se enteró de la anciana gruñona que vivía en las afueras del pueblo.
Todos hablaban de ella con temor, pues su carácter áspero y su falta de habilidades culinarias la habían convertido en una persona solitaria y desagradable. La anciana apenas comía ya que no sabía cocinar y nadie se atrevía a prepararle algo. Suad, con su corazón generoso y su espíritu valiente, decidió que quería ayudar a la anciana.
A pesar de los consejos de los demás niños del pueblo, quienes le decían que era mejor mantenerse alejada de aquella mujer malhumorada, Suad tomó sus utensilios de cocina y se dirigió hacia la casa de la anciana.
Al llegar, encontró a la anciana sentada en su mecedora, con gesto adusto y mirada desconfiada. Sin embargo, Suad no se amilanó.
Con una sonrisa en el rostro, se acercó a ella y dijo: "-Buenas tardes señora, vengo a cocinarle algo rico para que disfrute de una buena comida. "La anciana frunció el ceño pero no dijo nada. Observaba con recelo cada movimiento de Suad mientras esta comenzaba a preparar un guiso con ingredientes frescos y aromáticos.
El delicioso olor invadió la casa y poco a poco fue ablandando el corazón endurecido de la anciana. Cuando finalmente Suad sirvió el plato humeante frente a ella, la anciana lo probó con cautela.
Sus ojos se iluminaron al instante al descubrir los sabores exquisitos que inundaban su paladar. "-¡Esto está delicioso!", exclamó sorprendida. Desde ese día, Suad visitaba regularmente a la anciana para cocinarle diferentes platillos llenos de amor y sabor.
La soledad en el corazón de aquella mujer fue desapareciendo poco a poco gracias al cariño y las habilidades culinarias de Suad. Con el tiempo, la anciana dejó atrás su mal genio y se convirtió en una persona amable y risueña.
El pueblo entero quedó asombrado por la transformación que había tenido gracias al acto bondadoso de una niña pequeña pero llena de grandes valores. Y así, Suad demostró que con amor, paciencia y buenos alimentos se puede conquistar hasta los corazones más duros.
Y desde entonces, todos en Mochima aprendieron que nunca hay que subestimar el poder transformador de un plato bien cocinado y servido con generosidad.
FIN.