El sabor de la luna


Había una vez en un bosque encantado, una tortuga llamada Matilda. Matilda era curiosa y siempre se preguntaba sobre el mundo que la rodeaba.

Un día, mientras paseaba por el bosque, levantó la mirada hacia el cielo y vio a la hermosa luna brillando en lo alto. Matilda se detuvo y pensó para sí misma: "¿A qué sabrá la luna? Debe tener un sabor tan mágico como su luz".

Decidida a descubrirlo, emprendió un viaje hacia lo más profundo del bosque en busca de respuestas. En su camino, se encontró con diversos animales que le advertían sobre los peligros de seguir adelante.

Pero Matilda, con su determinación y valentía, les decía: "Necesito saber a qué sabe la luna. Es un misterio que debo resolver". Finalmente, llegó a un claro en el bosque donde había un estanque reflectante que parecía tocar el cielo.

En ese momento, la luna se reflejaba perfectamente en las aguas tranquilas del estanque. Matilda se acercó lentamente y extendió su cuello para probar el agua brillante bajo la luz plateada de la luna. "¡Es tan fresca y pura! Pero aún no sé a qué sabe la luna", murmuró decepcionada.

En ese instante, una voz melodiosa resonó en el claro: era Luna, una hada lunar que cuidaba de la noche y sus secretos. "¿Por qué buscas saber a qué sabe la luna, pequeña tortuga?" -preguntó Luna con curiosidad.

Matilda explicó su deseo de descubrir el sabor mágico de la luna y Luna sonrió con ternura ante tanta inocencia. "La luna no tiene sabor físico, querida Matilda.

Su magia radica en iluminar nuestras noches y guiar nuestros sueños", explicó Luna con sabiduría. Matilda reflexionó sobre las palabras de Luna y comprendió que algunas cosas en este mundo son más especiales por su significado simbólico que por sus características físicas.

"Gracias por enseñarme esta lección tan valiosa", dijo Matilda con gratitud en su corazón. Luna extendió su mano luminosa sobre Matilda y le otorgó un don especial: ahora cada vez que mirara al cielo nocturno vería destellos de magia lunar danzando a su alrededor.

Con alegría en su caparazón, Matilda regresó al hogar llevando consigo no solo recuerdos del bosque encantado sino también una nueva comprensión del mundo y sus maravillas. Y así siguió siendo conocida como "Matilda, la tortuga soñadora" entre todos los habitantes del bosque encantado.

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