El Sacaporte Mágico de Anapaula


Anapaula era una niña muy especial. Tenía el pelo rizado como un montón de pequeños resortes rebeldes, y sus ojos brillaban como estrellas en el cielo. Pero lo más destacado de Anapaula era su corazón lleno de amor, especialmente por su abuelita Esthela, quien vivía lejos, en un país lejano.

Esthela también amaba mucho a Anapaula, y la extrañaba cada día. Solía enviarle cartas con fotos y cuentos que la hacían soñar con su abuelita. Anapaula, sin embargo, tenía un deseo muy especial, quería visitar a su abuelita para jugar y abrazarla, pero no sabía cómo llegar hasta ella.

Un día, sentada en su habitación llena de juguetes, Anapaula tuvo una brillante idea. Decidió construir un 'sacaporte mágico' que le permitiría tomar el 'avión de los sueños' y así, finalmente, poder visitar a su abuelita Esthela. Con la ayuda de su imaginación y un poco de magia de hadas, Anapaula recogió pedazos de cartón, brillantina, y pinturas, y se dispuso a construir su maravilloso sacaporte mágico.

Dedicó horas y horas a su proyecto, con cada detalle cuidadosamente pensado. Pegó estrellas brillantes, dibujó un arco iris refulgente y escribió su nombre con letras doradas. Cuando finalmente terminó, Anapaula sostuvo su sacaporte mágico con orgullo. Estaba lista para emprender su viaje.

Al acostarse esa noche, Anapaula colocó su sacaporte mágico bajo la almohada, cerró los ojos y pensó fuertemente en su abuelita Esthela. Entonces, algo mágico sucedió, su habitación se iluminó con destellos dorados y una brisa cálida comenzó a bailar a su alrededor. Una puerta mágica se abrió frente a ella, revelando un pasillo resplandeciente que la llevaría al avión de los sueños.

Anapaula caminó con valentía por el pasillo, con su sacaporte mágico en la mano, hasta que finalmente llegó al avión de los sueños. El avión era hermoso, con alas brillantes y colores que parecían sacados de un arco iris. Anapaula mostró su sacaporte mágico al simpático capitán del avión, quien sonrió y la invitó a abordar.

Mientras el avión despegaba, Anapaula miraba por la ventana, maravillada por las nubes esponjosas y el cielo azul. Finalmente, llegó al país de su abuelita Esthela y, al bajar del avión, la abrazó con tanta fuerza que parecía que nunca quisiera soltarla.

Anapaula y su abuelita pasaron días maravillosos juntas, jugando, riendo y compartiendo historias. Durante su visita, Anapaula le regaló a su abuelita Esthela un sacaporte mágico especial, para que pudieran visitarse en sus sueños siempre que lo desearan.

Y así, Anapaula descubrió que, con amor, imaginación y un poco de magia, no hay distancia que pueda separarnos de aquellos a quienes amamos.

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