El Salto del Atardecer
En un mágico bosque lleno de árboles altos y verdes, vivía un grupo de therians, seres especiales que podían transformarse en animales. Cada tarde, al atardecer, sus cuerpos brillaban con la luz dorada del sol y su energía se potenciaba. Entre ellos había una joven llamada Lía, quien soñaba con ser una gran saltadora de alturas, como el majestuoso ciervo que habitaba en el bosque.
"Lía, siempre nos cuentas sobre tus sueños de saltar alto como un ciervo, pero nunca te has atrevido a intentarlo", le dijo su amiga, Mili, quien podía transformarse en un águila.
"Lo sé, Mili. Me gustaría, pero tengo miedo de caer", respondió Lía.
Un día, mientras exploraban el bosque, encontraron una antigua máscara de madera. Tenía figuras de animales talladas y parecía brillante a la luz del atardecer.
"¡Mirá esto! ¿Qué creés que será?", preguntó Lía, admirando la máscara.
"Tal vez sea mágica. Podría darnos poder para saltar más alto", sugirió Mili con entusiasmo.
Las chicas decidieron probar la máscara. Lía se la colocó sobre su rostro y sintió un cosquilleo en todo su cuerpo.
"¡Siento algo raro!", gritó Lía mientras empezaba a transformarse lentamente en un ciervo. La experiencia fue sorprendente y emocionante.
"¡Ahora sí! ¡Sos un ciervo!", exclamó Mili, quien también se transformó, esta vez en un águila, volando en círculos alrededor de su amiga.
Lía, sintiéndose más confiada que nunca, decidió intentar el salto.
"Desde esa roca alta, voy a saltar como un ciervo", dijo entusiasmada.
"¡Ten cuidado!", le advirtió Mili.
Mientras Lía se posicionaba para el gran salto, una brisa suave sopló entre los árboles. Su corazón latía con fuerza, pero Lía sabía que había aprobado los cuidados y entrenamientos que había aprendido. Inspiró hondo, miró al atardecer y saltó con todas sus fuerzas.
El salto fue impresionante. ¡Lía parecía volar! Sintió como si el viento la sostuviera. Sin embargo, en su euforia, no se dio cuenta de que no había calculado bien la distancia.
"¡Lía! ¡Cuidado!", gritó Mili desde el aire.
Con un pequeño tropiezo, Lía cayó, pero se sintió lista para levantarse. ¿Podía de verdad volar? Repasó el momento y decidió que, aunque no había salido como planeaba, no iba a rendirse. Con determinación, se concentró en lo que había hecho y cómo podía mejorar.
Cuando Lía se reencontró con Mili, estaba sonriendo, a pesar de su caída.
"¡Fui un ciervo! ¡Y aunque no salí perfecta, aprendí! Eso es lo que cuenta", dijo Lía emocionada.
"Así se habla. Y no te olvides que la próxima vez, ¡te guiaré!", respondió Mili, contenta por el coraje de su amiga.
Las chicas comprendieron que la verdadera magia de la máscara no era solo el poder de transformarse, sino la valentía de intentar, incluso con el miedo. Juntas, regresaron al lugar donde encontraron la máscara, para dejarla allí y guardar el secreto del salto del atardecer.
Desde entonces, Lía y Mili continuaron explorando el bosque, aprendiendo a saltar, a volar y a disfrutar de cada experiencia, sin temer a las caídas, porque sabían que siempre podían levantarse y seguir intentándolo.
FIN.