El salto mágico de Tomás


Había una vez un gatito llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de árboles y flores. A diferencia de otros gatos, a Tomás no le gustaba cazar ratones ni dormir al sol.

Lo que realmente deseaba era volar por el cielo como los pájaros. Cada día, mientras observaba cómo los pájaros se deslizaban por el aire con gracia y libertad, Tomás soñaba con ser uno de ellos.

Sus amigos felinos se burlaban de él y decían: "¡Un gato no puede volar! ¡Deja de ser tan tonto!"Pero Tomás no dejó que las palabras negativas lo detuvieran.

Decidió buscar ayuda para cumplir su sueño y encontrar a alguien que pudiera enseñarle a volar como un verdadero pájaro. Una mañana soleada, Tomás se encontró con Lucas, un viejo búho sabio que vivía en el bosque cercano. Sin dudarlo un segundo, el valiente gatito se acercó a Lucas y le contó sobre su deseo de volar.

Lucas sonrió y dijo: "Tomás, si realmente quieres convertirte en pájaro, debes aprender primero a conocer tus propias habilidades". El búho explicó al gato que cada animal tiene dones especiales y únicos.

Emocionado por la idea, Tomás preguntó: "¿Cuál es mi don especial entonces?"Lucas respondió: "Tienes patas rápidas y ojos agudos como ningún otro gato. Debes aprender a usarlos sabiamente". Tomás asintió con entusiasmo e hizo todo lo posible para desarrollar sus habilidades.

Corría y saltaba cada vez más rápido, tratando de ser tan veloz como el viento. También observaba atentamente a los pájaros, aprendiendo cómo se movían por el aire. Pasaron semanas y Tomás mejoró mucho en su carrera y salto.

Pero todavía no podía volar. A veces se sentía desanimado, pero recordaba las palabras de Lucas: "Conoce tus propias habilidades". Un día, cuando estaba persiguiendo una mariposa en el jardín, Tomás notó algo peculiar.

Saltó hacia arriba para intentar atraparla y sintió que flotaba por un momento en el aire antes de caer nuevamente al suelo. Emocionado por este descubrimiento, corrió a contarle a Lucas sobre su experiencia.

El sabio búho sonrió y le dijo: "Tomás, has encontrado tu don especial: la capacidad de saltar alto". A partir de ese momento, Tomás practicó incansablemente sus saltos hasta que pudo alcanzar ramas altas y tejados con facilidad.

Un día soleado, mientras jugaba en un árbol alto junto a sus amigos felinos curiosos, Tomás decidió demostrarles que también él podía volar. Saltó con todas sus fuerzas y extendió las patas delanteras hacia adelante como si fueran alas.

Para asombro de todos los presentes (y especialmente para sorpresa del gato), ¡Tomás logró planear unos segundos antes de aterrizar! Los gatos quedaron boquiabiertos ante la hazaña de su amigo. Todos aplaudieron emocionados mientras Tomás sonreía con orgullo.

Desde ese día, Tomás siguió practicando sus saltos y disfrutaba de la sensación de volar por breves momentos. Pero lo más importante, aprendió a aceptarse tal como era y a valorar sus habilidades únicas. La historia de Tomás se corrió por todo el pueblo y los niños lo admiraban.

Aprendieron una valiosa lección: cada uno tiene dones especiales, solo es cuestión de descubrirlos y aprender a valorarlos. Y así, el gato que quería convertirse en pájaro enseñó al mundo que no siempre necesitamos ser algo diferente para sentirnos especiales.

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