El Samurai y su Deber



En un pequeño pueblo japonés, vivía un joven samurai llamado Hiroshi. Desde pequeño, su padre le enseñó la importancia del honor y el deber. Hiroshi soñaba con ser un gran guerrero y proteger a su pueblo.

Un día, el anciano del pueblo convocó a todos los guerreros. "Queridos amigos, tenemos un gran problema. La cosecha ha sido escasa y necesitamos ayuda para proteger nuestros campos de los lobos que atacan de noche" - expresó, preocupado.

Hiroshi, al escuchar esto, sintió que era su deber ayudar a la comunidad. "Yo me encargaré de cuidar los campos. No dejaré que los lobos dañen nuestra cosecha" - declaró con determinación.

Mientras tanto, un amigo de Hiroshi, Takeshi, quien también era un joven samurai, había decidido entrenar en el arte de la espada. "Es mejor que te concentres en volverte un gran guerrero, Hiroshi. ¿Por qué desperdiciar tiempo cuidando los cultivos?" - le dijo Takeshi.

Hiroshi, sin embargo, se mantuvo firme en su decisión. "Es mi deber, Takeshi. Ser un samurai no solo significa pelear. También significa proteger a nuestra gente" - respondió.

Esa misma noche, Hiroshi se preparó con una antorcha y se dirigió al campo. La luna brillaba y los ruidos del bosque llenaban el aire. A medida que avanzaba, escuchó un ruido detrás de un arbusto. Con valentía, se acercó y vio que era un pequeño lobo hambriento. No quería luchar, solo buscaba comida.

"No voy a hacerte daño, pequeño" - dijo Hiroshi, suavizando su voz. "Si te alejas de aquí y no atacas a mis amigos, te dejaré ir".

El lobo lo miró con ojos tristes y, al ver que Hiroshi no era una amenaza, decidió marcharse. Hiroshi supo que había hecho lo correcto al no dejarse llevar por la violencia.

Durante varias noches, el samurai vigiló los campos y se hizo amigo del pequeño lobo que siempre regresaba. Se dieron cuenta de que ambos compartían un mismo deseo de cuidar sus hogares.

Sin embargo, un día, mientras Hiroshi estaba en guardia, escuchó ruidos fuertes. Eran un grupo de lobos hambrientos que habían llegado para atacar. Sin pensarlo, corrió a proteger el campo. "¡No permitiré que dañen nuestra cosecha!" - gritó mientras se enfrentaba a ellos.

El pequeño lobo apareció en medio del ataque, como si viniera a ayudar a Hiroshi. "¿Qué haces aquí?" - le preguntó Hiroshi. "¡No puedes luchar solo!" - ladró el lobo, dándole valor.

Juntos, comenzaron a asustar a los lobos. Hiroshi sabía que, aunque era un samurai, no podía hacerlo todo solo. Con la ayuda de su nuevo amigo, lograron ahuyentar a la manada.

Al final de la noche, el pueblo se llenó de alegría. "Hiroshi, sos un gran protector" - le dijeron los pobladores. "Tu valentía ha salvado nuestra cosecha!" - añadió el anciano.

Sintiéndose orgulloso, Hiroshi sonrió y miró al lobo. "No lo hice solo, tengo un amigo que me ayudó" - dijo, mientras acariciaba el pelaje del lobo. La comunidad comprendió que el trabajo en equipo era fundamental para superar cualquier desafío.

Desde ese día, el pequeño lobo fue parte del pueblo, convirtiéndose en un símbolo de unión y amistad. Hiroshi aprendió que cumplir con sus obligaciones no solo lo hacía un buen samurai, sino también un mejor amigo. Así, el joven samurai y su nuevo compañero demostraron que a veces el verdadero valor está en la bondad y el compromiso hacia los demás.

FIN.

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