El Sanador Mágico


Había una vez un niño llamado Erick, que vivía en un pequeño pueblo en Argentina. Erick era un niño muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Erick se encontró con algo extraño y brillante en el suelo. Se acercó para ver qué era y descubrió que era una pequeña lámpara mágica. Excitado por su hallazgo, Erick decidió frotar la lámpara para ver qué pasaría.

Para su sorpresa, apareció un genio de la lámpara frente a él. - ¡Hola, Erick! -dijo el genio-. Soy el genio de la lámpara y estoy aquí para concederte tres deseos.

Pero hay una condición: uno de tus deseos debe estar relacionado con tu propio cuerpo. Erick pensó durante un momento y luego sonrió ampliamente. - Genio, mi primer deseo es ser más alto -dijo Erick-. Quiero poder alcanzar las estanterías altas sin ayuda.

El genio asintió y en un abrir y cerrar de ojos, Erick creció varios centímetros. Ahora podía alcanzar todo lo que quisiera sin dificultad alguna. Animado por su primer deseo cumplido, Erick pensó cuidadosamente sobre su siguiente deseo relacionado con su cuerpo.

- Genio -dijo-, me gustaría tener más fuerza física. Quiero ser capaz de levantar cosas pesadas como si fueran plumas. Una vez más, el genio concedió el deseo de Erick. Ahora era tan fuerte como nunca antes había sido.

Podía levantar rocas grandes y jugar al fútbol sin cansarse. Pero Erick sabía que tenía un último deseo y estaba decidido a usarlo de una manera especial.

Se dio cuenta de que quería ayudar a las personas y hacer del mundo un lugar mejor. - Genio -dijo Erick-, mi último deseo es tener la capacidad de sanar a las personas enfermas. Quiero poder curar cualquier enfermedad o herida con solo tocarlas.

El genio sonrió y concedió el último deseo de Erick. Ahora, cada vez que tocaba a alguien enfermo o herido, su cuerpo se llenaba de energía curativa y podía sanarlos por completo. Erick estaba muy feliz con sus tres deseos cumplidos.

Decidió utilizar sus nuevos poderes para ayudar a todas las personas necesitadas en su pueblo. Comenzó visitando hospitales y brindando alivio a los pacientes enfermos. Pronto se convirtió en el héroe del pueblo, conocido como "El Sanador".

La historia del niño con poderes curativos se extendió rápidamente más allá de su pequeño pueblo. La gente venía desde lejos para recibir la ayuda milagrosa de Erick.

Pero lo más importante es que Erick aprendió una valiosa lección: no importa cuán diferentes sean nuestras habilidades físicas, todos podemos encontrar una forma única de ayudar a los demás y hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, el ano de Erick se convirtió en símbolo de esperanza y bondad para todos aquellos que necesitaban sanación y amor en sus vidas. Y vivieron felices para siempre.

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