El sapito Antonio y la lección de aceptación
En un tranquilo estanque vivía un sapito verde llamado Antonio. A Antonio le encantaba saltar entre las hojas de nenúfares y deleitarse con su fruta favorita: la chirimoya.
Sin embargo, lo que Antonio detestaba con toda su alma eran las rosas. Cada vez que veía una rosa, arrugaba su nariz y daba un salto para alejarse lo más posible. "¡Qué asco las rosas!" gritaba. "No soporto su olor".
Un día, mientras jugaba en la orilla del estanque, Antonio vio una hermosa rosa roja. Lleno de furia, dio un gran salto para escapar de ella, pero en su acto de rebeldía, terminó lastimándose su piecito con una afilada piedra.
El dolor le hizo comprender que no era bueno juzgar las cosas sin conocerlas. "Ay, ay, ay, qué dolor", dijo Antonio con lágrimas en los ojos. Alejandro, el sabio búho del bosque, escuchó su llanto y fue a ayudarlo. "¿Qué te pasó, Antonio?" preguntó el búho.
"Me lastimé el pie con una piedra. Me porté mal y ahora me duele mucho", respondió el sapito avergonzado. El búho le curó con cuidado y le contó una historia sobre aceptación y comprensión.
A partir de ese día, Antonio aprendió a apreciar la belleza de las rosas y entendió que todas las cosas tienen su encanto, incluso si no son de su agrado. Desde entonces, Antonio compartía chirimoayas con las rosas y nunca más volvió a juzgarlas.
Se convirtió en un sapo respetuoso y amable, apreciado por todos en el estanque.
FIN.