El Sapo Feliz



Érase una vez, en un reino lejano, una princesa llamada Lucía. Lucía era una princesa que soñaba con amor y aventuras. Un día, mientras paseaba por el bosque, encontró un sapo escondido entre los juncos de una charca. El sapo, con su piel verde y sus grandes ojos amarillos, la miró directamente.

"-¡Hola, sapito! -dijo Lucía con entusiasmo. -Dicen que un beso puede convertirte en príncipe. ¡Voy a salvarte!"

El sapo la miró, un poco confundido.

"-No, no, no, princesa. Estoy muy feliz siendo sapo. ¡Me encanta saltar y croar!"

Pero Lucía no lo escuchó. Estaba decidida. Pasaron varios días y cada mañana volvía a la charca con la esperanza de encontrar al sapo.

"-Solo un beso, sapito, y serás un príncipe -insistía ella, pero el sapo siempre respondía con la misma risa. -Soy feliz así como soy."

Con el tiempo, Lucía empezó a sentirse muy triste. Se encerró en su castillo, llorando por el sapo que no quería ser príncipe. "-¿Por qué no me ama?" se preguntaba, sintiendo que su felicidad dependía de un simple beso.

Pero un día, mientras miraba por la ventana, vio un rayo de sol entrando en su habitación. Decidió salir al jardín para aprovecharlo. Sus amigos del reino llegaron a su lado, llenos de energía.

"-¡Hola, Lucía! -gritó su amigo Tomás, un valiente caballero. -Vamos a jugar al aire libre. ¡Olvidate del sapo!"

"-Pero..."

"-¡Nada de peros! -interrumpió Clara, la divertida jardinera. -Hoy es un día para reír y disfrutar. Tu felicidad importa más que un príncipe que no quiere serlo."

Empezaron a jugar, reír y contar historias. Lucía se olvidó de su tristeza poco a poco. Y mientras reía y se divirtía, se dio cuenta de que la vida estaba llena de cosas maravillosas, en especial pasar tiempo con sus amigos y su hija pequeña, Sofía.

"-Mirá, mami, ¡un arcoíris! -exclamó Sofía, señalando al cielo.

Lucía sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de luz.

"-¡Vamos a seguir jugando y a buscar el final del arcoíris!"

Ese día, tomaron una gran manta y se sentaron juntos a soñar en voz alta sobre todos los tesoros y aventuras que podían encontrar.

"-Si el sapo no quiere un beso, entonces quizás deberíamos buscar una aventura en su charca. ¿Qué te parece, Sofía?"

"-¡Sí! -respondió Sofía emocionada. -Podemos hacer un picnic y ver a los sapos saltar. ¡Tal vez hasta le enseñemos a bailar!"

Y así fue como la princesa Lucía, movida por la alegría y la curiosidad, decidió visitar de nuevo la charca, pero esta vez no para besar al sapo, sino para compartir su felicidad.

Cuando llegaron, vieron al sapo tomando el sol entre las hojas.

"-¡Hola, sapito! -saludó Sofía con una gran sonrisa. -Hoy queremos hacer un picnic. ¡Ven a jugar con nosotros!"

El sapo los miró, sorprendido, y finalmente sonrió.

"-¡Siempre quise unirme a una aventura!"

Desde ese día, el sapo se convirtió en parte de sus juegos. Lucía descubrió que ser feliz no requería transformar a nadie. El sapo, aunque siguió siendo sapo, compartió risas, saltos y juegos con los humanos que ahora lo querían tal como era.

Con el tiempo, Lucía se dio cuenta de que el amor no siempre busca cambiar a las personas, sino aceptarlas con todas sus peculiaridades. Y así, el sapo, la princesa, y Sofía aprendieron que disfrutar de la vida y de cada uno era la mejor aventura de todas.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la aventura de la amistad siempre continúa.

FIN.

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