El secreto de Amaru


Había una vez tres amigos llamados Martina, Facundo y Julián que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas.

Un día, decidieron ir juntos a traer agua del río para sus casas, ya que era una tarea que solían hacer todas las semanas. Se pusieron en camino temprano por la mañana, llevando consigo baldes vacíos y mucha energía para el día. El sol brillaba alto en el cielo mientras los niños caminaban por el sendero hacia el río.

Cantaban canciones y reían juntos, disfrutando de la compañía del otro. Pero lo que no esperaban era que se les hiciera tarde y la noche comenzara a caer rápidamente sobre ellos.

- ¡Chicos, tenemos que apurarnos! -exclamó Martina preocupada al ver cómo oscurecía. - Sí, sí, vamos rápido antes de que sea demasiado tarde -dijo Facundo con nerviosismo en su voz. Los niños aceleraron el paso, pero pronto escucharon unos extraños rugidos provenientes de los arbustos cercanos.

El miedo se apoderó de ellos y comenzaron a imaginar todo tipo de criaturas horribles acechándolos en la oscuridad. - ¿Qué fue eso? ¿Escucharon esos rugidos? -preguntó Julián con temor.

- ¡Sí! Debe ser un monstruo con tres ojos y muy animal -respondió Martina asustada. Los niños sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos mientras avanzaban con cautela por el sendero. Sin embargo, algo inesperado sucedió: una figura alta y peluda emergió entre los árboles frente a ellos.

Los niños contuvieron la respiración, preparándose para lo peor. Pero para su sorpresa, la criatura les sonrió amablemente y les dijo:"No tengan miedo, soy Amaru. No soy un monstruo malvado como piensan".

Los niños quedaron atónitos al escuchar las palabras de Amaru. Resultó ser una criatura amigable con tres ojos brillantes y un pelaje suave como el terciopelo.

Les explicó que solo quería ayudarlos a encontrar el camino de regreso a casa antes de que fuera demasiado tarde. "¡Gracias por ayudarnos! Pensamos que eras peligroso", admitió Facundo avergonzado. Amaru guió a los niños por un atajo seguro a través del bosque hasta llegar sanos y salvos al pueblo justo antes de medianoche.

Los padres preocupados recibieron a sus hijos con abrazos cálidos y gratitud hacia Amaru por haberlos acompañado de vuelta sano y salvo.

Desde ese día en adelante, Martina, Facundo y Julián visitaban regularmente al amable Amaru en el bosque para jugar juntos e intercambiar historias divertidas sobre sus aventuras pasadas. Aprendieron una valiosa lección: nunca juzgar a alguien por su apariencia externa sin conocer primero su verdadero corazón bondadoso.

Y así termina esta historia llena de magia donde la amistad supera cualquier miedo infundado gracias al encuentro inesperado con Amaru, quien demostró ser mucho más grande en generosidad que en tamaño físico.

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