El secreto de Benicio
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un niño travieso y adorable llamado Benicio.
Benicio era conocido por su simpatía y carisma, pero también por su tendencia a enojarse fácilmente y tirar cosas cuando las cosas no salían como él quería. Un día, mientras Benicio jugaba en el parque con sus amigos, perdió un partido de fútbol y se enfureció tanto que lanzó la pelota lejos, rompiendo una ventana.
Todos quedaron sorprendidos por su reacción, y algunos se alejaron de él asustados. - ¡Benicio! ¡No podés hacer eso! -le reprochó su amiga Lola con tristeza. Benicio se sintió mal al ver la expresión de decepción en el rostro de sus amigos.
Sabía que debía aprender a controlar sus emociones para no lastimar a quienes más quería. Decidió entonces buscar ayuda para cambiar su comportamiento.
Esa misma tarde, Benicio se acercó a la casa de doña Rosa, una anciana sabia del pueblo conocida por sus consejos amorosos y sabios. - Doña Rosa, necesito ayuda. Quiero aprender a controlar mis emociones y no lastimar a los demás -le dijo Benicio con sinceridad.
Doña Rosa sonrió con ternura y le dijo: "Benicio, las emociones son como el viento: pueden ser fuertes e impulsivas, pero tú tienes el poder de decidir cómo manejarlas. La próxima vez que sientas rabia o frustración, cierra los ojos y respira hondo antes de actuar".
Benicio tomó nota mental de las palabras de doña Rosa y decidió ponerlas en práctica. Esa misma semana tuvo otra oportunidad para demostrarlo. Mientras jugaba al escondite con sus amigos, Benicio fue descubierto escondido detrás de unos arbustos.
En lugar de enojarse como solía hacerlo antes, esta vez recordó el consejo de doña Rosa y cerró los ojos para tomar unas profundas respiraciones. - Tranquilo... tranquilo...
-se repetía a sí mismo en voz baja mientras sentía cómo la rabia disminuía poco a poco. Sus amigos lo miraban expectantes, esperando ver cuál sería su reacción. Para sorpresa de todos, Benicio abrió los ojos con una sonrisa en el rostro y dijo:- ¡Buena estrategia! Me atraparon esta vez.
¡Vamos a jugar otra ronda! Los amigos aplaudieron emocionados ante la nueva actitud de Benicio. Estaban felices de verlo controlando sus emociones y manejando las situaciones difíciles con calma y madurez.
Desde ese día en adelante, Benicio practicaba diariamente técnicas para controlar sus emociones: respiración profunda, contar hasta diez antes de responder impulsivamente e incluso escribir un diario donde expresaba sus sentimientos sin dañar a nadie. Con el tiempo, Benicio se convirtió en un ejemplo para todos en Villa Alegre.
Su capacidad para manejar sus emociones lo llevó a ser más feliz consigo mismo y disfrutar aún más del cariño y la amistad sincera que compartía con quienes lo rodeaban.
Y así fue como el niño travieso pero encantador aprendió que todos podemos mejorar si trabajamos en nosotros mismos cada día; porque al final del camino lo importante no es nunca caer sino levantarse siempre más fuerte.
FIN.