El Secreto de Camila



En un pequeño barrio donde las risas se escuchaban por todos lados, vivían dos amigas inseparables: Camila y Juliana. Desde que se conocieron, pasaban horas jugando en el parque, haciendo manualidades y compartiendo secretos. Pero, últimamente, algo había cambiado en Camila. Juliana se dio cuenta de que su amiga ya no reía como antes, y su mirada se veía apagada.

Una tarde soleada, mientras estaban sentadas en su rincón favorito del parque, Juliana decidió que era tiempo de averiguar qué estaba pasando.

"Camila, ¿por qué no jugás más conmigo? Te extraño mucho", dijo Juliana, tratando de que su tono sonara alegre, aunque su corazón se sentía preocupado.

"No sé, Juliana…", murmuró Camila, mirando hacia el suelo.

Juliana tomó la mano de su amiga, inspirándola a abrirse.

"A veces, es bueno hablar de lo que nos pasa. Yo siempre estaré aquí si necesitás contarme algo."

Finalmente, Camila respiró hondo y levantó la mirada.

"Hay alguien en la escuela que me hace sentir mal. Me dice cosas feas y eso me duele mucho."

Juliana sintió que su corazón se encogía al escuchar las palabras de su amiga. No podía imaginar que alguien pudiera hacerle daño a Camila.

"Pero Camila, no estás sola. Podés contarme todo y juntas podemos encontrar una solución. ¿Quién es esa persona?"

"Es Lucas. Siempre se burla de mí porque no soy tan buena en deportes como él."

Juliana no podía permitir que nadie lastimara a su querida amiga. Así que, con una luz de determinación en sus ojos, le dijo:

"Vamos a hablar con la profesora. Ella nos ayudará. Esto no está bien, y Lucas no tiene derecho a hacerte sentir así."

Camila, un poco temerosa, asintió. Juntas fueron a la clase de la profesora Paula, que siempre había sido muy comprensiva y amable.

"Profesora, ¿podemos hablar con usted?", preguntó Juliana, sintiéndose más valiente por el apoyo de su amiga.

La profesora las miró con atención y las invitó a sentarse. Después de contarle la situación, Paula les respondió:

"Estoy muy orgullosa de ustedes por hablar y no quedarse calladas. Eso es muy valiente. Espero que Camila sepa que siempre puede contar conmigo para resolver esta situación."

Con el corazón palpitante, Camila asintió:

"Gracias, me gustaría que esto se detuviera. No quiero seguir sintiéndome así."

Nuestra heroína —la profesora— se comprometió a hablar con Lucas, asegurando un ambiente cálido y seguro para todos. Tras esa charla, las chicas se sintieron más aliviadas, pero aún un poco nerviosas por lo que podría pasar.

Al siguiente día, Camila llegó a la escuela con un poco más de confianza. Cuando se encontró con Lucas, él la miró directamente y antes de que dijera algo, Juliana se interpuso.

"Lucas, lo que hiciste está mal. Nadie merece ser tratado así."

Lucas, sorprendido por la valentía de Juliana, titubeó. Aún así, dijo:

"Yo solo estaba jugando…"

Pero la profesora Paula apareció en el momento justo. Con voz firme pero comprensiva, habló con Lucas, quien terminó entendiendo que lo que había hecho no era un juego en absoluto. La charla se extendió y, poco a poco, Lucas comenzó a entender cómo sus palabras y acciones afectaban a los demás.

Después de ese día, Camila se sintió mucho más ligera. Vio cómo la valentía de Juliana había ayudado a cambiar la situación. Juntas, decidieron formar un grupo de apoyo en la escuela que fomentara la amabilidad y el respeto. Cada semana, invitaban a sus compañeros a reflexionar y compartir buenas acciones. Pronto, la angustia y tristeza se convirtieron en risas y juegos.

Desde entonces, Camila volvió a ser la misma de antes, llena de vida y alegría. Agradecía a Juliana por su apoyo, y entendió que nunca había que tener miedo de hablar y buscar ayuda.

Y así, la amistad entre Camila y Juliana se volvió más fuerte que nunca, convirtiéndose en un faro de luz para todos en su escuela.

FIN.

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