El Secreto de Canela



Había una vez un pequeño gato llamado Canela que vivía en un vecindario lleno de coloridos jardines y atardeceres cálidos. Canela tenía un suave pelaje anaranjado y ojos grandes que destilaban curiosidad. Todos en el barrio pensaban que era una gata porque siempre se comportaba de una manera muy dulce y juguetona. Cada día, los vecinos se lo encontraban jugando con las mariposas o descansando en el sol.

Una tarde, mientras los niños jugaban en el parque, Canela decidió unirse a ellos. Saltó alrededor de los niños, correteando y tratando de atrapar las hojas que caían de los árboles. Era imposible no enamorarse de su energía y alegría.

- “¡Qué gata tan divertida! ” - dijo una niña llamada Sofía mientras aplaudía.

- “Sí, se merece un premio por ser la más traviesa del barrio” - agregó Tomás, otro niño que la seguía con la mirada.

Pero, un día, mientras Canela jugaba cerca de un arbusto, un nuevo gato apareció. Se llamaba Rocco y era un gato fuerte y elegante, con un pelaje gris oscuro. Canela, intrigado por la presencia de Rocco, comenzó a jugar con él, dando saltos altos y acurrucándose en el suelo. La energía de los dos gatos era contagiosa y pronto todos se unieron a la risa y la diversión.

Pero de repente, Rocco lanzó un pantalón de hojas y Canela, emocionado, corrió hacia él. En ese momento, un niño que miraba se acercó y advertido por su comportamiento, dijo:

- “¡Es raro que una gata juegue así! A lo mejor no es gata.”

Los otros niños se acercaron, intrigados, y observaron con atención. Para su sorpresa, Canela, al saltar para atrapar a Rocco, mostró su barriguita.

- “¡Pero si tiene un...! ¡Es un gato! ” - exclamó Sofía, entre asombrada y confundida.

- “No puede ser…” - murmuró Tomás.

El mundo de los niños se llenó de dudas. Habían creído que Canela era hembra desde el primer día, pero ahora descubrían que era un gato macho. Canela, al sentir la atención, se quedó quieto. Era tan divertido haber jugado todo este tiempo sin que nadie supiera su secreto.

- “¡No tengo que ocultarlo más! ” - pensó Canela y comenzó a moverse, mostrando su energía habitual.

Los niños, ahora llenos de curiosidad, se acercaron a Canela.

- “Canela, ¿por qué no nos dijiste que eras un gato? ” - preguntó Sofía.

- “Porque me encanta jugar con ustedes y quiero ser parte de esta diversión” - dijo Canela, parpadeando con un gesto juguetón.

Los niños comenzaron a reír. Comprendieron que el juego no dependía del sexo. Lo que importaba era la amistad y la alegría. Desde ese día, Canela pasó a ser el gato más querido del barrio, no solo por su color, sino por su energía, su amor por la diversión y su capacidad de unir a todos los niños.

Incluso Rocco se unió a esa pandilla, y juntos aprendieron que no importa cómo seas, lo que cuenta es cómo hacemos sentir a los demás.

Así fue como Canela, el gato que todos pensaban que era hembra, se convirtió en un símbolo de amistad y aceptación. Ahora, cada vez que los niños jugaban en el parque, Canela era el protagonista de las historias, y todos querían que él los guíe en sus travesuras. Porque para ellos, Canela fue siempre y será un gran gato, sin importar su género.

Y así, en el vecindario, todos aprendieron a amar las diferencias y, sobre todo, a valorarse a uno mismo tal como es. Nunca más se volvió a hablar de Canela como “la gata”, sino que fue conocido como “Canela, el gato más divertido y querido del barrio”.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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