El Secreto de la Abuela Bruja



Había una vez en un bosque encantado, una abuela llamada Amalia, que escondía un maravilloso secreto; ¡Era una bruja! Sin embargo, Amalia no era una bruja mala, sino que usaba sus poderes mágicos para ayudar a los demás. Vivía en una acogedora cabaña rodeada de árboles frondosos y animales amigables. Allí, la abuela Amalia preparaba pociones medicinales para curar a los enfermos y preparaba hechizos para proteger el bosque.

Una tarde soleada, dos niños curiosos, Martín y Valentina, se aventuraron en el bosque y descubrieron la cabaña de la abuela Amalia. Al principio, tuvieron miedo al saber que la abuela era una bruja, pero pronto se dieron cuenta de que era una bruja amorosa y amable. Amalia los recibió con una sonrisa y les invitó a merendar una deliciosa torta de manzana. Martín y Valentina se sorprendieron al ver que la abuela Amalia podía hacer que objetos cotidianos levitaran y que las flores cobraran vida.

- ¿Eres una verdadera bruja? - preguntó Martín con asombro.

- Sí, queridos, tengo el don de la magia, pero lo uso para hacer el bien -respondió la abuela Amalia con ternura.

Los niños se quedaron maravillados con las historias y los hechizos de la abuela Amalia, y decidieron visitarla con frecuencia. Un día, mientras jugaban en el bosque, Martín y Valentina se encontraron con un grupo de leñadores que estaban talando árboles indiscriminadamente. Alarmados, los niños corrieron a la cabaña de la abuela Amalia en busca de ayuda.

- Abuela, los leñadores están destruyendo el bosque, ¿no puedes hacer algo para detenerlos? - preguntó Valentina angustiada.

La abuela Amalia reflexionó unos instantes y luego les dijo a los niños que tenían que encontrar una solución pacífica. Juntos, idearon un plan para convencer a los leñadores de que el bosque era un lugar especial que debía ser protegido. Con ingenio y con la ayuda de la magia de la abuela Amalia, lograron persuadir a los leñadores para que cambiaran su destructiva forma de actuar.

Desde ese día, Martín y Valentina se convirtieron en amigos inseparables de la abuela Amalia, y juntos trabajaron para cuidar y proteger el bosque. Aprendieron a respetar la naturaleza y a valorar la importancia de vivir en armonía con el medio ambiente. La abuela Amalia les enseñó a usar la magia no para obtener poder, sino para ayudar a los demás y proteger la belleza del mundo natural.

Y así, el bosque encantado floreció con más fuerza que nunca, gracias al amor y la sabiduría de la abuela Amalia y sus amigos.

FIN.

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