El Secreto de la Abuela Flor
Había una vez un pequeño jardín en el barrio de Villa Verde, donde todos los vecinos se esforzaban por cuidarlo con mucho amor. En ese jardín vivía una abuela muy especial llamada Flor, quien siempre tenía una sonrisa en el rostro y un sombrero de flores sobre su cabeza. Abuela Flor entendía los secretos de la naturaleza como nadie más.
Un día, mientras los niños jugaban a la pelota, notaron que algunos de los árboles del jardín se veían un poco tristes. Las hojas no eran tan verdes como antes.
- ¡Mirá eso! - dijo Julián, asomándose detrás de un arbusto. - ¿Por qué los árboles parecen tan apagados?
- Creo que están enfermos - respondió Sofía, preocupada.
- Yo creo que les falta agua - opinó Lucas, que siempre tenía una solución lista para todo.
Intrigados, decidieron preguntarle a Abuela Flor, quien estaba regando sus plantas con mucho cuidado.
- ¡Hola, Abuela Flor! - gritaron los niños al unísono. - Los árboles están tristes. ¿Qué les pasa?
La abuela dejó su regadera y se agachó para mirarles a los ojos.
- ¡Oh, mis pequeños amigos! - dijo con ternura. - Estos árboles no están enfermos ni necesitan más agua. Están sufriendo porque no están haciendo fotosíntesis.
- ¿Fotosíntesis? - preguntó Julián, frunciendo el ceño.
- Sí, - explicó Abuela Flor. - La fotosíntesis es el proceso por el cual las plantas toman la luz del sol, el dióxido de carbono del aire y el agua del suelo, para hacer su propia comida y crecer sanas. Sin la luz del sol, se sienten débiles y tristes.
Sofía, que siempre le gustaba aprender, preguntó:
- Pero, Abuela Flor, ¿cómo podemos ayudar a los árboles?
- Necesitamos asegurarnos de que reciban suficiente luz - respondió la abuela. - Eso significa que debemos podar algunas ramas que están demasiado cerca.
Así que los niños se pusieron a trabajar. Con la ayuda de Abuela Flor, comenzaron a podar las ramas más altas y espesas. Durante un rato, se divirtieron mucho, riendo y hablando de las aventuras de la naturaleza.
De repente, Julián notó que una nube oscura cubría el sol.
- ¡Ay, no! - gritó. - La nube viene a tapar la luz.
- No te preocupes - dijo Abuela Flor, sonriendo. - También las nubes ayudan a las plantas al traer la lluvia. Pero hoy necesitamos que el sol aparezca.
- ¡Vamos a cantar una canción para que el sol brille más! - sugirió Sofía.
Así que, entre risas y cuentos, comenzaron a cantar una canción divertida sobre el sol y las flores, mientras continuaban trabajando. Y aunque las nubes todavía cubrían el cielo, ¡algo mágico sucedió! Un rayo de sol logró asomarse, iluminando el jardín.
Los árboles comenzaron a parecer más felices y sus hojas tomaron un tono más verde. Abuela Flor aplaudió y dijo:
- ¡Eso es! Cuando las plantas reciben luz, pueden hacer su magia de fotosíntesis y crecer fuertes.
Al día siguiente, los árboles estaban tan brillantes que parecían sonreír a los niños. Ahora sabían que la luz del sol era muy importante para la vida en el jardín.
- Gracias, Abuela Flor, por enseñarnos sobre fotosíntesis - dijo Lucas con una sonrisa.
- Siempre es un placer compartir mis secretos con ustedes – concluyó Abuela Flor.
Desde ese día, los niños siempre cuidaban del jardín y se aseguraban de que los árboles recibieran todo el sol que necesitaban. Habían descubierto la maravilla de la fotosíntesis y la importancia de cuidar la naturaleza que los rodeaba y, al mismo tiempo, se habían divertido juntos.
Y así, el jardín de Villa Verde volvió a florecer, lleno de alegría y color, bajo la mirada atenta de sus pequeños cuidadores y su querida Abuela Flor.
FIN.