El Secreto de la Amistad
En una tranquila aldea rodeada de colinas verdes y flores de colores, vivía Alexa, una joven hermosa con una sonrisa contagiosa. Sus días estaban llenos de juegos y risas junto a sus amigas, pero su madre, una mujer sabia, siempre le decía:
"Alexa, ten cuidado con tus amigas. A veces las apariencias engañan".
Alexa, llena de confianza y alegría, sonreía cada vez que escuchaba este consejo y seguía disfrutando su tiempo con sus amigas. Sin embargo, un día, mientras jugaban en el bosque, conocieron a una chica nueva que se había mudado a la aldea. Su nombre era Lila.
"¡Hola! Soy Alexa, y estas son mis amigas. ¿Quieres jugar con nosotras?" - le dijo Alexa amablemente.
"Claro, me encantaría" - respondió Lila, una chica de ojos brillantes y una risa encantadora.
Lila se unió al grupo, y rápidamente se hizo amiga de todas. Pero a medida que pasaban los días, Alexa empezó a notar algo extraño. Lila siempre estaba dispuesta a jugar, pero cuando eran juntas, a menudo contaba historias de aventuras peligrosas que había tenido en su antigua ciudad.
"Una vez salté de un árbol altísimo, y no me pasó nada, ¡fue increíble!" - contaba Lila.
Las amigas se asombraban, pero Alexa sentía un pequeño nudo en su estómago. Aún así, decidió ignorar sus instintos porque quería ser una buena amiga. Sin embargo, un día, Lila propuso hacer algo realmente peligroso: brincarle a un arroyo profundo.
"¡Vamos, será divertido!" - exclamó Lila.
Alarmada, Alexa respondió:
"No, eso es muy peligroso. Me preocupa que alguien se lastime."
"¡Eres una miedosa! No pasa nada si tenemos cuidado. Ven, solo sé valiente" - insistió Lila, tratando de convencer a Alexa.
La presión de las amigas comenzó a crecer y, aunque dudaba, Alexa decidió dejar que el grupo decidiera. Saltaron al arroyo, y las risas llenaron el aire. Sin embargo, Lila, que era la última en saltar, resbaló y cayó al agua llena de miedo.
"¡Ayuda!" - gritó Lila, luchando por salir del arroyo.
Alexa y sus amigas actuaron rápidamente. Finalmente, lograron ayudar a Lila a salir, pero se dieron cuenta de que habían puesto a todos en peligro solo por seguir la emoción del momento. Lila, completamente empapada, empezó a llorar.
"Lo siento, no quise asustarlas" - explicó Lila, temblando.
"No importa, pero no podemos hacer cosas tan arriesgadas sin pensar" - dijo Alexa, aliviada de que Lila estuviera bien. Las chicas se dieron cuenta de que la verdadera amistad implica cuidar y proteger a quienes son importantes para uno.
Después de ese día, Alexa decidió hablar con su madre.
"Mamá, creo que tienes razón. Comprendí que no todas las amistades son saludables."
"Sí, hija. Es importante rodearte de personas que te cuiden y no te pongan en peligro. Sé que Lila puede ser una buena amiga, pero deben ser responsables juntas."
Alexa, en lugar de alejarse de Lila por completo, decidió tener una charla honesta con ella. Un día, en el parque, le dijo:
"Lila, me gustaría que fuéramos buenas amigas, pero necesitamos establecer ciertos límites para que todos estemos seguras."
Lila asintió, comprendiendo que su entusiasmo a veces podía llevarlas a situaciones riesgosas.
"Tenés razón, Alexa. Prometo que seré más cuidadosa y pensar en nuestra seguridad primero."
Así, las dos se convirtieron en un gran equipo, aprendiendo la importancia de cuidar las amistades. Juntas, empezaron a organizar juegos más seguros y creativos, descubriendo que la diversión viene también de ser responsables.
Con el tiempo, Alexa se volvió una amiga más sabia y cauta, mientras que Lila aprendió a valorar la seguridad y el bienestar de su grupo. La aldea floreció con sus risas nuevamente, pero ahora con la certeza de que en una verdadera amistad, siempre hay espacio para el cuidado.
Desde entonces, Alexa y sus amigas no solo disfrutaban de sus tiempos juntas, sino que también se cuidaban mutuamente, recordando siempre las lecciones aprendidas de ese día en el arroyo. Y así, la historia de Alexa se convirtió en un cuento de amistad, responsabilidad y el poder de aprender de nuestros errores.
FIN.