El Secreto de la Calma



Lara y Paula eran dos hermanas inseparables que vivían en un colorido barrio de Buenos Aires. A pesar de su amor incondicional, de vez en cuando tenían peleas que hacían vibrar hasta las ventanas de su casa. Como el día en que Paula rompió sin querer el dibujo de Lara mientras trataba de ayudarla a pintar.

- ¡Pero Paula, mira lo que hiciste! - gritó Lara, con lágrimas en los ojos.

- No quise romperlo, estaba tratando de ayudarte - respondió Paula, ya un poco ofendida.

Ambas se miraron con enojo, pero en su interior sabían que el cariño que se tenían era más fuerte que cualquier disputa. Sin embargo, eso no evitaba que los gritos brotaran como si fueran un torrente.

Al día siguiente, Lara decidió que era hora de poner un alto a las peleas. Así que, mientras se preparaba para salir al parque, tuvo una idea.

- Paula, ¿te animás a hacer algo diferente hoy? - preguntó Lara con un brillo en los ojos.

- ¿Qué cosa? - preguntó Paula, intrigada.

- Propongo que en vez de gritar cuando estamos enojadas, hagamos una actividad que nos relaje y nos ayude a calmarnos.

- ¿Y qué actividad sería esa? - contestó Paula, con un tono escéptico.

Lara pensó por un momento y comenzó a saltar de alegría.

- ¿Qué tal si hacemos un mural juntas? - sugirió.

- Eso suena divertido, pero ¿cómo nos ayuda a calmarnos? - preguntó Paula, mientras un pequeño rayo de esperanza iluminaba su rostro.

- Cada vez que nos pongamos a discutir, en vez de gritar, pintamos un poco del mural. Saldremos al patio, nos pondremos nuestras camisetas viejas y dejaremos que la pintura hable por nosotras.

Paula pareció pensarlo durante un rato, y al final asintió.

- Está bien. Vamos a hacerlo. Pero si me vuelves a romper otro dibujo, te haré un mural de tu cabeza atrapada en una nube de enojo - bromeó Paula, haciéndole reír a Lara.

Así comenzaron su proyecto, y cada día que pasaba, trabajando juntas en su mural, promediaban entre risas y alguna que otra discusión. Un día, mientras Lara mezclaba colores, pensó en algo.

- Paula, a veces me siento tan frustrada cuando no entiendo lo que querés.

- ¿Y a mí? Me pasa lo mismo. Tal vez deberíamos hacer un panel donde podamos escribir lo que sentimos cuando estamos enojadas.

- ¡Es una gran idea! - dijo Lara, emocionada.

A partir de ese momento, en el mural pintaron un espacio donde podían plasmar sus sentimientos. Así, si una de ellas estaba enojada, en vez de gritar se iba al mural y dejaba una nota.

-

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!