El secreto de la casa antigua



Juana era una niña de seis años, tímida y muy vergonzosa. Había dejado atrás su hogar y sus amigos, mudándose a una gran casa antigua en un nuevo país. Desde el primer día, sintió que la casa era especial, aunque no sabía por qué.

Una tarde, mientras exploraba los largos pasillos y las habitaciones llenas de misterio, Juana escuchó un susurro.

"¿Hola?" - preguntó con un hilito de voz.

Al principio, no obtuvo respuesta, pero a medida que se acercaba a una puerta entreabierta, escuchó nuevamente:

"Ayúdanos..."

Juana miró a su alrededor, pero no había nadie. Su corazón latía con fuerza. La curiosidad pudo más que el miedo, así que empujó suavemente la puerta y entró en un pequeño cuarto lleno de polvo y telarañas.

"¿Quién está ahí?" - preguntó Juana.

"Nosotros... las voces del pasado. Estamos aquí, atrapadas."

Juana se sorprendió mucho, pero decidió escuchar. Las voces le contaron que eran antiguos habitantes de la casa y que tenían un secreto muy importante que no habían podido compartir antes. Se sentían tristes porque nadie había escuchado sus historias.

"¿Cómo puedo ayudarles?" - preguntó Juana, sintiéndose valiente.

"Haz que nuestra historia se cuente. Juntas, podemos ser libres."

Desde aquel día, Juana visitaba el cuarto cada tarde, entendiendo poco a poco las historias de aquellos que habían vivido antes que ella. Decidió grabarlas en su cuaderno, dibujando y escribiendo todas las aventuras y enseñanzas que había escuchado. Cada vez que relataba una historia, las voces parecían alegrarse.

Una noche, cuando Juana estaba terminando de escribir, sintió que una brisa suave recorría la habitación. Las voces empezaron a aplaudir, llenando el aire de risas de felicidad.

"¡Lo lograste! Has dado vida a nuestras historias."

Juana sonrió, sintiéndose orgullosa de haber cumplido su misión. Las antiguas voces ya no necesitaban estar atrapadas, porque ahora sus relatos vivían en la imaginación de Juana y de quienes los escucharían.

La niña decidió compartir las historias con sus nuevos compañeros en la escuela. Con cada relato, más amigos se unían a ella, escuchándola con atención y entusiasmo.

A medida que pasaban los días, Juana se volvía más segura y alegre. Comprendió que a veces, lo desconocido puede ser no solo aterrador, sino también increíblemente hermoso. Aprendió a ser valiente y a no dejar que la timidez la detuviera.

Y así, en aquella antigua casa, Juana no solo encontró amigos de voz, sino que también descubrió la magia de contar historias y de compartir su corazón con los demás, superando poco a poco su vergüenza.

Finalmente, la casa dejó de ser solo un lugar extraño. Se convirtió en su hogar, lleno de risas, historias y nuevos comienzos.

FIN.

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