El Secreto de la Casa de Francisca
En un pequeño pueblo de Tucumán, había una casa llena de historia. Era la casa de Francisca Bazán de Laguna, una mujer valiente y decidida. Era 9 de julio de 1816, un día especial, pero para muchos, era solo una jornada como cualquier otra. Sin embargo, en esta casa, un gran secreto estaba a punto de ser revelado.
Esa mañana, mientras el sol brillaba en el cielo azul, un grupo de jóvenes del pueblo se reunió en el patio de la casa de Francisca. Entre ellos se encontraba Juan, un niño curioso y soñador.
- “¿Qué hacemos hoy? ” - preguntó Juan emocionado.
- “He escuchado rumores sobre una reunión importante en la casa de Francisca,” - respondió su amiga Clara, con los ojos brillantes.
Los otros chicos asintieron, intrigados. Decidieron acercarse a la casa y ver qué estaba ocurriendo dentro.
Al llegar, fueron recibidos por Francisca, que sonrió al ver a los niños.
- “¡Hola, chicos! ¿Qué los trae por aquí? ” - preguntó, mientras trataba de esconder una hoja de papel detrás de su espalda.
- “Queremos saber qué pasa en la casa hoy. Escuchamos que hay una reunión importante. ¿Podemos quedarnos? ” - pidió Juan.
Francisca miró a los niños un momento, y luego, con un brillo cómplice en los ojos, hizo un gesto con la mano para que entraran.
- “Está bien, pero deben prometerme que no dirán nada a nadie. Este es un secreto muy grande,” - advirtió.
Los niños asintieron, llenos de emoción. Una vez dentro de la casa, notaron que había muchos hombres y mujeres de pie, discutiendo intensamente.
- “Hoy se va a declarar la independencia de nuestro país,” - susurró Francisca. - “Es un momento muy importante para todos nosotros.”
Los niños se miraron asombrados. Era un acontecimiento único.
- “¿Y qué podemos hacer? ” - preguntó Clara, ansiosa por participar.
Francisca sonrió y les dijo que podían ayudar a servir bebidas y galletas a los invitados. Así que, sin perder tiempo, los niños comenzaron a correr de un lado a otro, llevando refrescos y bocados.
A medida que la reunión avanzaba, Juan notó que algunos hombres parecían nerviosos.
- “¿Por qué están tan preocupados? ¿No es un día de celebración? ” - preguntó a Francisca, mientras le pasaba un vaso.
- “Algunos temen a lo que vendrá después de esto. La independencia significará que debemos luchar por nuestra libertad y nuestros derechos. No todos están de acuerdo,” - explicó ella.
Los niños escucharon atentamente, comprendiendo la importancia de ese momento histórico. Mientras servían, comenzaron a sentir que, aunque eran pequeños, podían ser parte de algo grande.
Finalmente, cuando el documento fue firmado, los aplausos estallaron en la sala.
- “¡Hemos declarado nuestra independencia! ” - gritó un hombre con voz potente.
Los niños se abrazaron emocionados. Habían sido testigos de algo increíble y sentían que, de algún modo, también eran parte de ello.
- “Esto es solo el comienzo,” - dijo Juan, mirando a sus amigos. - “Debemos contarle a todos lo que ha sucedido hoy.”
- “Sí, debemos mantener viva la historia,” - agregó Clara, con determinación.
Francisca los observaba con una sonrisa en sus labios. Era reconfortante ver a la nueva generación entusiasmada por el futuro de su país.
Al salir de la casa, los niños decidieron recorrer el pueblo, ansiosos por compartir la noticia. Mientras caminaban llenos de energía, sintieron que su historia, la historia de Argentina, comenzaba a tomar forma gracias a su esfuerzo por mantenerla viva.
Ese día, el 9 de julio de 1816, no solo marcó la independencia de un país, sino que también unió a un grupo de niños que entendieron que era su deber cuidar de la historia y luchar por la libertad de su tierra.
FIN.