El Secreto de la Concentración


Había una vez un niño llamado Facundo, que vivía en un pequeño pueblo. Un día, Facundo decidió ir a comer pollo frito al restaurante de la esquina.

Estaba tan emocionado por su deliciosa comida que no podía dejar de sonreír. Mientras disfrutaba de su comida, vio a un grupo de niños jugando en la plaza cercana.

Se dio cuenta de que se estaba perdiendo toda la diversión y decidió terminar rápidamente su pollo frito para unirse a ellos. Facundo corrió hacia la plaza con energía y entusiasmo. Al llegar, se encontró con sus amigos Juana y Manuel. Ambos estaban jugando al fútbol y parecían estar pasándola genial.

"¡Hola chicos! ¡Me alegra haberlos encontrado!", exclamó Facundo emocionado. "¡Hola Facu! Ven, únete a nosotros", respondió Juana mientras le pasaba el balón.

Facundo comenzó a jugar con ellos, pero pronto notaron algo extraño: cada vez que el balón llegaba cerca de Facundo, él siempre fallaba los tiros o perdía el control del balón. "¿Qué te pasa hoy, Facu? Normalmente eres muy bueno en esto", preguntó Manuel confundido. Facundo se sintió triste y frustrado. No entendía por qué estaba teniendo problemas para jugar al fútbol ese día.

Decidió tomar un descanso y sentarse en una banca cercana para reflexionar sobre lo sucedido. Mientras estaba sentado allí pensando, vio a un anciano caminando lentamente hacia él.

El anciano se sentó a su lado y le sonrió amablemente. "Hola, joven. ¿Qué te preocupa?", preguntó el anciano con voz tranquila. Facundo le contó al anciano sobre sus dificultades para jugar al fútbol ese día.

El anciano escuchó atentamente y luego dijo: "A veces, cuando estamos distraídos o preocupados por algo, nuestra mente no está totalmente enfocada en lo que estamos haciendo". Facundo reflexionó sobre las palabras del anciano.

Se dio cuenta de que había estado tan emocionado por su comida y ansioso por unirse a sus amigos que no estaba realmente presente en el juego. "Entonces, ¿qué puedo hacer para mejorar?", preguntó Facundo esperanzado. El anciano sonrió y respondió: "Intenta concentrarte en el momento presente. Olvida tus preocupaciones y distracciones.

Enfoca tu mente en cada movimiento que haces mientras juegas". Facundo agradeció al anciano por su consejo y decidió seguirlo. Se levantó de la banca, volvió al campo de juego y se unió nuevamente a sus amigos.

Esta vez, Facundo se esforzaba por estar completamente presente en el juego. Concentró toda su atención en cada pase, cada tiro y cada movimiento que hacía. Y para sorpresa de todos, comenzó a jugar mejor que nunca.

Sus amigos quedaron asombrados por la mejora repentina de Facundo y felices de tenerlo nuevamente como parte del equipo. "¡Vaya Facu! ¡Estás jugando increíblemente bien!", exclamaron Juana y Manuel emocionados.

Desde ese día en adelante, Facundo aprendió una valiosa lección: la importancia de estar presente en el momento y enfocarse en lo que está haciendo. Se dio cuenta de que cuando su mente estaba distraída, no podía dar lo mejor de sí mismo.

Facundo siguió practicando esta habilidad en todos los aspectos de su vida y se convirtió en un niño más atento y concentrado. Y cada vez que comía pollo frito y luego iba a la plaza, recordaba la enseñanza del anciano y jugaba con alegría y éxito.

Y así, Facundo vivió muchas aventuras emocionantes junto a sus amigos, siempre disfrutando del presente y aprendiendo algo nuevo cada día.

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