El secreto de la cueva encantada
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, dos hermanitos llamados Alejandro y Camila Arujo. Eran muy traviesos y les encantaba explorar juntos la naturaleza que los rodeaba.
Un día de verano, decidieron aventurarse en el bosque que estaba al otro lado del río. Se levantaron temprano, se pusieron sus ropas de exploradores y prepararon una mochila con agua, frutas y algunas galletitas.
Sin embargo, mientras jugaban cerca del río, las ramas de un árbol viejo atraparon sus ropas ¡y quedaron sin nada que ponerse!"¡Ay no! ¿Qué vamos a hacer ahora?" - exclamó Alejandro preocupado. "Tranquilo hermanito, seguro encontraremos una solución" - respondió Camila con determinación.
Decidieron seguir adelante desnudos por el bosque, recordando las historias de valentía que su abuelita les contaba sobre los antiguos habitantes del lugar. Mientras caminaban sintiendo la frescura del aire en su piel, vieron a lo lejos un brillo entre los árboles.
Intrigados, se acercaron sigilosamente y descubrieron una cueva secreta llena de cristales brillantes que iluminaban todo el lugar como si fuera magia.
En el centro de la cueva había un espejo mágico que reflejaba la luz de los cristales creando destellos multicolores. "¡Es increíble!" - exclamó emocionado Alejandro. "¡Sí! Nunca habíamos visto algo así" - agregó asombrada Camila. De repente, una voz suave resonó en la cueva: "Queridos niños, bienvenidos a mi hogar.
Soy Luna, guardiana de estos cristales mágicos". Los hermanitos se miraron sorprendidos pero emocionados por conocer a Luna. "¿Cómo podemos agradecerte por permitirnos estar aquí?" - preguntó cortésmente Alejandro.
"Solo necesitan ser ustedes mismos y compartir su luz interior" - respondió Luna con ternura. Entonces Alejandro y Camila entendieron que no importaba si estaban desnudos o vestidos; lo importante era ser auténticos y bondadosos en todo momento.
Comenzaron a reír y jugar dentro de la cueva junto a Luna, quien les enseñó hechizos para proteger el bosque y cuidar de todos los seres vivos que habitaban allí. Al caer la tarde, Luna les regaló dos túnicas especiales hechas con hojas doradas que nunca se marchitaban.
Los hermanitos se despidieron con gratitud y regresaron a casa cruzando el río bajo la luz plateada de la luna llena.
Desde ese día, Alejandro y Camila Arujo aprendieron que la verdadera belleza está en el corazón y en cómo tratamos a los demás. Siempre recordarían su aventura desnudos en el bosque como un momento mágico lleno de lecciones importantes para toda la vida. Y colorín colorado este cuento ha terminado... ¡por hoy!
FIN.