El secreto de la isla de arena



Había una vez un viajero llamado Tomás, a quien le encantaba recorrer el mundo en busca de nuevas aventuras. Un día, decidió emprender un viaje a Europa para conocer sus maravillosos paisajes y culturas.

Tomás llegó a España y se dirigió directamente a la costa mediterránea en busca de playas paradisíacas. Al llegar, se encontró con una playa hermosa de aguas cristalinas y arena blanca como la nieve.

Se quitó los zapatos, sintió la brisa del mar en su rostro y decidió caminar por la orilla mientras observaba la inmensidad del océano. De repente, escuchó unas risitas provenientes de un grupo de niños que jugaban en la orilla.

Se acercó curioso y les preguntó qué estaban haciendo. "Estamos construyendo castillos de arena", respondieron los niños con entusiasmo. Tomás sonrió y se ofreció a ayudarles. Juntos construyeron el castillo más grande y hermoso que jamás hubieran imaginado.

Los niños estaban felices y agradecidos con el viajero por su ayuda. Como muestra de gratitud, le invitaron a disfrutar de un paseo en barco por la costa.

Durante el paseo en barco, Tomás contemplaba maravillado los acantilados, las grutas escondidas y las aves marinas que sobrevolaban el cielo azul. De repente, divisaron una isla misteriosa a lo lejos. "¿Qué tal si exploramos esa isla?", propuso uno de los niños emocionado. Sin dudarlo ni un segundo, todos desembarcaron en la isla desconocida.

Al adentrarse en ella, descubrieron ruinas antiguas cubiertas por la vegetación selvática. "¡Esto es increíble!", exclamaron al unísono. Entre risas y juegos, exploraron cada rincón de la isla misteriosa hasta que cayó la tarde.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte pintando el cielo con tonalidades anaranjadas y rosadas. "Es hora de regresar", anunció Tomás recordando que debían volver antes del anochecer.

Con tristeza pero también con alegría por haber vivido una experiencia tan única e inolvidable, regresaron al barco y navegaron de vuelta a la playa donde todo comenzó. "Gracias por este día tan especial", dijo uno de los niños abrazando a Tomás.

El viajero se despidió del grupo con una sonrisa en el rostro y continuó su travesía por Europa llevando consigo no solo fotografías o souvenirs, sino también los recuerdos imborrables de aquel día mágico en la playa junto a nuevos amigos que encontró en su camino hacia lo desconocido.

FIN.

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