El Secreto de la Sala Celeste



En una escuela muy especial llamada "Sol de Alegría", existía una sala mágica conocida como la "Sala Celeste Buenos Compañeros". En esta sala, los niños aprendían a ser buenos amigos, a colaborar y a resolver conflictos de manera positiva.

La maestra de la sala era la señorita Luna, una hada bondadosa con cabello plateado y ojos brillantes como estrellas. Un día llegó un nuevo niño llamado Tomás.

Era tímido y se sentía solo, ya que no conocía a nadie en la escuela. Al entrar en la Sala Celeste Buenos Compañeros, todos los niños lo recibieron con sonrisas cálidas y palabras amables.

"Hola Tomás, bienvenido a nuestra sala", dijo Sofía, una niña risueña con pecas en la nariz. "¡Hola! ¿Cómo te llamas?", preguntó Lucas, un niño curioso con lentes redondos. "Me llamo Tomás. Gracias por recibirme", respondió tímidamente el nuevo niño.

La señorita Luna notó que Tomás estaba nervioso y decidió organizar un juego para ayudarlo a integrarse. Propuso jugar al juego de las palabras amigas: cada niño debía decir algo bonito sobre el compañero que tenía al lado.

Pronto, Tomás se sintió incluido y feliz al escuchar las palabras cariñosas que sus nuevos amigos tenían para él. Los días pasaron y Tomás se fue convirtiendo en parte importante de la Sala Celeste Buenos Compañeros.

Aprendió el valor de la amistad, la importancia de escuchar a los demás y cómo trabajar en equipo para lograr objetivos comunes. Un viernes por la tarde, mientras preparaban juntos una obra de teatro para el festival escolar, surgió un problema inesperado: habían perdido los disfraces.

Todos se miraron preocupados hasta que Tomás propuso buscar soluciones juntos. "Podríamos hacer nuestros propios disfraces con materiales reciclados", sugirió emocionado. "¡Esa es una excelente idea!", exclamó Sofía. "Vamos a necesitar cartón, papel crepé y mucha imaginación", agregó Lucas entusiasmado.

Así fue como trabajaron arduamente durante toda la tarde creando hermosos disfraces para su obra de teatro. Cuando llegó el momento de actuar frente al público, todos aplaudieron emocionados al ver el increíble trabajo en equipo realizado por los niños de la Sala Celeste Buenos Compañeros.

Desde ese día, Tomás supo que había encontrado amigos verdaderos en aquel lugar especial donde cada uno era único pero juntos eran imparables.

Y así continuaron viviendo aventuras llenas de aprendizaje y diversión bajo el cuidado amoroso de la señorita Luna en la Sala Celeste Buenos Compañeros.

FIN.

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