El secreto de la varita mágica


En un pequeño pueblo al pie de la montaña, vivía un obrero llamado Pedro.

Todos los días, Pedro se levantaba temprano y se dirigía a trabajar a la cantera, donde pasaba largas horas extrayendo piedras para construir casas y caminos en el pueblo. Un día, mientras trabajaba en la cantera, escuchó unos susurros provenientes de una cueva cercana. Con curiosidad, se acercó y descubrió que dentro vivía un duende muy triste llamado Tito.

El duende le contó a Pedro que había perdido su varita mágica y sin ella no podía regresar a su hogar en las montañas. "¿Puedes ayudarme a encontrar mi varita mágica?", preguntó Tito con voz temblorosa.

Pedro, conmovido por la historia del duende, decidió ayudarlo. Juntos recorrieron el pueblo en busca de la varita mágica perdida. Pasaron por el mercado donde vieron a una anciana china vendiendo hermosos abanicos.

"Quizás la varita mágica esté entre estos abanicos", sugirió Tito emocionado. Pedro se acercó a la anciana china y le preguntó si había visto una varita mágica por ahí.

La anciana sonrió y le dijo que no, pero le regaló un abanico como muestra de gratitud por ayudar al duende. Mientras continuaban su búsqueda, el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas. Pedro y Tito llegaron al río donde encontraron a un grupo de niños jugando con barquitos de papel.

"¡Miren lo que encontré!", exclamó uno de los niños mostrando una vara brillante que había encontrado entre las piedras del río. Pedro y Tito corrieron hacia los niños y descubrieron que era la varita mágica perdida del duende.

Con lágrimas en los ojos, Tito tomó su varita y les agradeció infinitamente a Pedro y a los niños por haberlo ayudado. Esa noche, bajo el resplandor de la luna llena, Tito agitó su varita mágica y desapareció en un destello dorado rumbo a las montañas.

Desde entonces, cada vez que Pedro iba a trabajar en la cantera, recibía una visita sorpresa del duende Tito quien lo ayudaba con su trabajo haciendo que las piedras flotaran como si fueran plumas.

Y así fue como gracias a la amistad entre un obrero generoso y un duende bondadoso, ambos aprendieron que juntos podían lograr cosas maravillosas superando cualquier obstáculo que se les presentara en el camino.

Y es que cuando nos damos una mano entre todos podemos hacer magia hasta con las piedras más duras.

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