El secreto de las casitas en los árboles



Había una vez una casa en medio de un hermoso campo. En esa casa vivían chicos y chicas que amaban la naturaleza y disfrutaban pasar su tiempo al aire libre.

A ellos les encantaba correr, saltar y jugar entre los árboles y el pasto.

Un día, se despertaron con una gran sorpresa: ¡los árboles habían crecido tanto que tapaban toda la luz del sol! Los chicos y chicas no podían jugar como siempre lo hacían, pues ahora todo estaba oscuro y sombrío. -¡Qué tristeza! -dijo María con lágrimas en los ojos-. Extraño el brillo del sol en mi cara mientras corro por el pasto. -¡Yo también! -exclamó Juan-. Pero no podemos quedarnos aquí lamentándonos.

Debemos encontrar una solución. Los niños se reunieron en la sala de estar para pensar cómo resolver aquel problema.

Fue entonces cuando Pedro tuvo una idea brillante:-¿Y si construimos casas pequeñas para nosotros entre las ramas de los árboles? Así podríamos seguir jugando sin importar si hay sol o no. Todos los chicos y chicas asintieron emocionados ante la propuesta de Pedro.

Se pusieron manos a la obra y comenzaron a construir sus casitas entre las ramas más altas de los árboles. Cada uno eligió su propio árbol favorito para vivir allí.

Poco a poco, las casitas fueron tomando forma: tenían ventanas redondas hechas con hojas secas, puertas pequeñitas talladas en madera y hasta caminos secretos entre los diferentes árboles donde todos podían visitarse. Las casitas eran tan bonitas que parecían sacadas de un cuento de hadas. Una vez terminadas las casitas, los chicos y chicas se reunieron para celebrar su logro.

Estaban felices de haber encontrado una solución creativa a su problema. -Ahora podemos jugar como siempre, ¡incluso en la oscuridad! -dijo Sofía con alegría. -Así es -respondió Pedro-.

A veces, cuando enfrentamos dificultades, solo necesitamos pensar fuera de lo común y encontrar nuevas formas de hacer las cosas. Desde ese día, los chicos y chicas disfrutaron al máximo sus aventuras entre los árboles.

Descubrieron que no importaba si había sol o no, pues siempre podrían divertirse en su pequeño mundo creado entre las ramas y el pasto. Y así fue como aprendieron que la creatividad y el trabajo en equipo pueden superar cualquier obstáculo. Además, descubrieron la importancia de adaptarse a nuevas situaciones y encontrar soluciones innovadoras para seguir adelante.

Los chicos y chicas vivieron muchas más aventuras juntos bajo la sombra de aquellos grandes árboles. Siempre recordaron aquel día en el que construyeron sus casitas entre las ramas y cómo eso les enseñó valiosas lecciones para toda la vida.

FIN.

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