El Secreto de las Letras



En un pequeño pueblo, había una escuela donde los niños aprendían de la sabiduría de la Maestra Diamantina, una mujer con unos grandes ojos brillantes y un corazón lleno de amor por la enseñanza. Todos la respetaban y querían por su forma especial de impartir conocimientos. Entre sus alumnos se encontraba Ariadna, una niña curiosa y llena de energía, pero con un pequeño problema: le tenía un poco de miedo a las letras.

Un día, mientras la Maestra Diamantina explicaba las maravillas de leer un libro, Ariadna levantó la mano nerviosamente.

"Maestra, ¿y si nunca aprendo a leer?"

La maestra sonrió y respondió:

"Ariadna, aprender es un camino lleno de aventuras. Pero a veces, necesitamos un empujoncito. ¿Te gustaría que intentáramos juntas?"

Ariadna asintió, aunque todavía sentía un cosquilleo en su vientre.

Después de clases, la Maestra Diamantina le propuso un juego.

"Vamos a buscar hasta que encontremos una letra mágica. Se esconden en los libros de la biblioteca. ¿Te animás?"

Con una risa, Ariadna respondió.

"¿Letras mágicas? ¡Sí!"

Ambas se dirigieron a la biblioteca. La Maestra Diamantina comenzó a contarle sobre cada letra del abecedario, transformando las simples letras en personajes con historias propias.

"La A es una aventurera. Le gusta viajar y conocer nuevos mundos. ¿Y qué me decís de la B, que escribe hermosos poemas?"

A medida que la maestra contaba cada historia, Ariadna se fue sintiendo más cómoda. Sin embargo, al llegar a la letra C, algo extraño sucedió.

"Maestra, ¿por qué el cuerpo de la C parece estar un poco triste?"

La Maestra Diamantina se detuvo.

"Ah, Ariadna. La C tiene miedo de no ser utilizada en palabras hermosas. Si la ayudamos a formar palabras, se llenará de alegría. ¡Vamos a buscar a la C en las historias que nos gustan!"

Mientras buscaban, encontraron palabras como —"cajita" , —"castillo"  y —"ciencia" , cada una de ellas iluminando la habitación.

"¡Mirá, Maestra! La C es parte de palabras maravillosas. No está triste después de todo".

La Maestra Diamantina asintió, y con una chispa en sus ojos, comentó:

"Así es, Ariadna. Cada letra tiene su historia y su importancia. Al aprender a leer, también le damos vida a estas letras".

Con cada nuevo descubrimiento, Ariadna comenzó a sentir que el miedo se desvanecía. Pero entonces, la Maestra Diamantina recibió un llamado de atención:

"Maestra, ¡no quiero que se vayan las letras mágicas!"

Riendo, la maestra le explicó:

"Las letras nunca se van. Siempre estarán aquí, dentro de los libros. Solo hay que querer encontrarlas"

Ariadna decidió que quería aprender y compartir esas letras mágicas con sus compañeros.

"Podemos formar un club de lectura, Maestra. ¡Así todos podrán conocer a las letras en sus aventuras!"

La Maestra Diamantina se entusiasmó con la idea.

"¡Es una excelente propuesta, Ariadna! ¡Comencemos a planearlo!"

Con la ayuda de la maestra, Ariadna organizó el primer encuentro del club de lectura en el aula. Todos estaban ansiosos por conocer las historias de las letras mágicas. Las historias fluyeron, y el aula se llenó de risas y asombro.

A medida que el tiempo pasaba, Ariadna mejoraba en lectura, y su amor por las letras crecía.

"¡Gracias, Maestra!" exclamó Ariadna un día al terminar un libro de aventuras.

La Maestra Diamantina sonrió satisfecha.

"Ariadna, el secreto está en recordar que siempre podemos aprender más, y que cada letra tiene una historia por contar".

Así, el pequeño club de lectura se volvió famosa en la escuela. Nunca más Ariadna volvió a temer a las letras. En su lugar, se convirtió en una exploradora de historias.

Y la Maestra Diamantina, con su amor por las letras, seguirá inspirando a generaciones de pequeños aventureros.

Cada niño en la escuela aprendió que cada letra era un amigo, y que siempre podían contar historias juntos, porque al final, el verdadero mágico estaba en la lectura y en compartirla.

Y así, el pequeño pueblo tuvo una escuela donde se celebraban las letras, y la gratitud de Ariadna hacia su querida maestra nunca se desvanecería.

FIN.

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