El secreto de las llamas doradas



En las alturas de los Andes, donde las nubes acarician la tierra y el sol brilla con una intensidad casi divina, se alzaba el majestuoso imperio incaico. En un pequeño pueblo, cerca de la cumbre de una montaña, vivía una niña llamada Inti. Inti tenía una sonrisa que iluminaba los días más nublados y unos sueños tan grandes como las montañas que la rodeaban.

Un día, mientras paseaba por los campos de flores brillantes, la niña escuchó un susurro entre los arbustos. Curiosa, se acercó y encontró a un viejo chaman. Estaba rodeado de llamas doradas, que parecían brillar con luz propia.

"Hola, pequeña Inti. Soy el guardián de los secretos de la montaña", dijo el chaman con una voz suave.

Inti, sorprendida, no podía quitar los ojos de las llamas. "¿Qué secretos? ¿Me los podrías contar?" - preguntó con mucha emoción.

"Solo aquellos que están dispuestos a aprender y a escuchar pueden descubrirlos. Debes atravesar el sendero de la sabiduría y encontrar a los tres guardianes, cada uno guardará un conocimiento especial. ¿Te atreves?" - respondió el chaman.

Inti asintió con determinación. "Sí, ¡quiero aprender!" En ese momento, las llamas se dispersaron y formaron un camino dorado hacia la montaña.

Comenzó su aventura, siguiendo el sendero brillante. Luego de caminar un rato, llegó a un primer claro donde se encontraba el primer guardián, una majestuosa llama de pelaje dorado. "Soy la guardiana del coraje. Solo aquellos que se enfrentan a sus miedos pueden aprender mi lección. ¿Qué temes, Inti?" - preguntó la llama, mirándola fijamente.

Inti se sintió un poco nerviosa. "Tengo miedo de no ser lo suficientemente valiente para cumplir mis sueños. A veces dudo de mí misma."

La llama dorada sonrió. "El verdadero coraje no es la ausencia de miedo, sino la decisión de seguir adelante. Atrévete a dar ese primer paso hacia tu sueño. ¡Vamos!" Juntas caminaron un poco, y Inti sintió que el miedo empezaba a desvanecerse.

Después de despedirse de la llama, Inti siguió el sendero dorado y llegó a un segundo claro, donde encontró al segundo guardián, un sabio cóndor que volaba alto en los cielos. "Soy el guardián de la curiosidad. ¿Qué preguntas tienes, Inti?" - preguntó el cóndor, posándose suavemente frente a ella.

Inti pensó un momento y respondió: "Quiero entender la belleza del mundo que me rodea. ¿Cómo puedo apreciar todo lo que hay en mi vida?" - dijo, entusiasmada.

"Debes observar con atención. La curiosidad es la chispa del conocimiento. Mira a tu alrededor y haz preguntas. ¿Qué te fascina de las montañas?" - instó el cóndor.

"Me encanta cómo brillan con el sol y cómo cambian de color con el paso del tiempo. También me asombra la diversidad de la vida aquí."

"La curiosidad te llevará lejos, Inti. Nunca dejes de explorar. Cierra los ojos y escucha." - guió el cóndor. Inti cerró los ojos y sintió el viento, escuchó los ruidos del bosque, y por primera vez notó todos los matices que siempre habían estado ahí.

Con un corazón lleno de agradecimiento, continuó su camino. Finalmente, llegó a un tercer claro. Allí, se encontró con una dulce llama más pequeña que la primera. "Soy la guardiana de la empatía. ¿Cómo puedes ayudar a los que te rodean?" - preguntó suavemente.

Inti recordó a sus amigos del pueblo, a su familia, y suspiró. "A veces no sé cómo hacer que otros se sientan mejor, aunque quiero ayudarles."

La llama sonrió y le respondió. "La empatía comienza con escuchar. Cuando comprendes lo que alguien siente, puedes ofrecer tu apoyo. Practica siempre escuchar primero. ¿Quieres intentar?"

Inti pensó en su mejor amiga, que había estado triste últimamente. "Sí, puedo hablar con ella. Tal vez solo necesite que la escuche."

"Exacto. ¡Ahora ve!" - dijo la pequeña llama, que brillaba con una luz cálida.

Inti se despidió de las guardianas, llevando en su corazón el valioso conocimiento que había adquirido en su travesía. Regresó al pueblo, no solo con el coraje para perseguir sus sueños, sino también con la curiosidad por descubrir el mundo y la empatía para ayudar a los demás.

Y así, Inti se convirtió en una joven sabia y cariñosa que iluminaba la vida de quienes la rodeaban, compartiendo con todos ellos las lecciones que había aprendido. Las llamas doradas seguirían brillando, recordándoles a todos que la verdadera magia se encuentra en el coraje, la curiosidad y la bondad.

Y desde entonces, el pueblo entero se reunió cada año para compartir historias y recordar las enseñanzas de Inti, quien nunca dejó de soñar en grande y de ayudar a los demás mientras lo hacía.

FIN.

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