El Secreto de las Piedras Trabuculentas



Había una vez en un lejano reino llamado Trabalabrada, donde vivían seres mágicos y criaturas encantadas. En este lugar tan especial, habitaba la pequeña princesa Amapola, una niña valiente y curiosa que siempre estaba en busca de aventuras.

Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, la princesa Amapola escuchó un ruido extraño que venía del bosque cercano. Sin dudarlo ni un segundo, decidió ir a investigar junto a su fiel amigo el dragón Tragoncio.

"¿Qué será ese ruido tan misterioso, Tragoncio?" - preguntó la princesa con intriga. "No lo sé, pero me parece que viene de aquel lado del bosque" - respondió el dragón señalando hacia un sendero oscuro y tupido de árboles.

Sin pensarlo dos veces, Amapola y Tragoncio se adentraron en el bosque trabado, donde las ramas crujían bajo sus pies y los sonidos se mezclaban formando melodías desconocidas. De repente, entre los árboles apareció un duende travieso llamado Trabujo.

"¡Hola hola! ¿Qué hacen ustedes aquí en mi bosque trabado?" - dijo el duende con una risa juguetona. "Estamos buscando de dónde proviene ese ruido extraño. ¿Nos puedes ayudar?" - preguntó la princesa con amabilidad.

El duende Trabujo asintió con entusiasmo y les guió hasta una cueva escondida detrás de una cascada trabada. Al entrar en la cueva, descubrieron que el ruido provenía de unas piedras brillantes que emitían destellos mágicos.

"¡Son las piedras trabuculentas! Tienen poderes especiales que protegen nuestro reino" - explicó el duende emocionado. Amapola y Tragoncio quedaron maravillados por la belleza de las piedras trabuculentas y agradecieron al duende por mostrarles su secreto mejor guardado.

Desde ese día, la princesa visitaba regularmente al duende Trabujo para aprender más sobre la magia del bosque trabado y compartir momentos inolvidables junto a su amigo dragón.

Así fue como la valiente princesa Amapola descubrió que en los lugares más inesperados pueden encontrarse tesoros ocultos llenos de magia y misterio. Y aunque el camino esté lleno de palabras trabadas y desafíos difíciles, nunca hay que rendirse ante ellos porque al final siempre habrá algo maravilloso esperando ser descubierto.

¡Fin!

FIN.

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