El secreto de Lila, la loro parlante
En un pueblo encantado rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una loro llamada Lila. Lila no era un loro común, ya que tenía un extraordinario talento: ¡podía hablar! Pero no solo eso, sino que tenía una sabiduría sorprendente.
Un día, mientras volaba sobre el mercado del pueblo, escuchó a un pequeño niño llamado Mateo que lloraba. Intrigada, Lila decidió acercarse.
"¿Por qué lloras, pequeño?" - preguntó Lila, posándose en un árbol cercano.
Mateo, sorprendido al oír hablar a un loro, levantó la mirada y respondió:
"Es que me he perdido a mi perrito. Se escapó mientras jugábamos en el parque. No sé qué hacer."
Lila, sintiendo tristeza por la situación de Mateo, decidió ayudarlo.
"No te preocupes, voy a ayudarte a encontrar a tu perrito. Pero primero, ¿puedes describírmelo?"
Mateo, emocionado, comenzó a describir a su querido perrito, utilizando cada pequeño detalle. Lila escuchaba atentamente y, antes de irse, dijo:
"¡Vamos a buscarlo juntos! Déjame volar alto y ver si lo encuentro desde el cielo."
Así, Lila alzó vuelo, mirando cuidadosamente desde las alturas. Mientras volaba sobre el pueblo, vio a un grupo de niños jugando en el parque.
"¿Has visto a un perrito pequeño con una collar rojo?" - les preguntó Lila desde lo alto.
Los niños se miraron, hasta que uno de ellos dijo:
"¡Sí! Lo vimos corriendo hacia el bosque."
Lila regresó rápidamente a Mateo y le dijo:
"Tu perrito está en el bosque. Vamos a buscarlo."
Ambos se pusieron en marcha hacia el bosque. Al llegar, Lila comenzó a llamarlo:
"¡Peri! ¡Peri! ¡Ven aquí!"
De repente, un pequeño perro con el collar rojo salió corriendo hacia ellos, moviendo la cola de felicidad. Mateo saltó de alegría y abrazó a su perrito.
"¡Gracias, Lila! ¡No sé qué habría hecho sin tu ayuda!" - dijo Mateo mientras acariciaba a su mascota.
Lila sonrió y le dijo:
"Siempre es bueno ayudar a los amigos. Pero también hay que recordar que debemos ser valientes y seguir buscando incluso en los momentos difíciles."
El sol comenzó a bajar en el cielo, tiñendo el paisaje con su luz dorada. Mateo y Lila se sentaron en una piedra cercana, disfrutando del atardecer.
"¿Cómo es que puedes hablar?" - preguntó Mateo, curioso.
Lila respondió:
"Siempre he pensado que si puedo comunicarme, puedo ayudar a los demás. Cada uno de nosotros tiene un don especial, y debemos usarlo para el bienestar de los demás."
Mateo miró a Lila con admiración.
"Yo quiero ser valiente y ayudar a los demás también. A veces me da miedo hablar con los compañeros de clase, porque creo que se van a reír de mí."
Lila lo miró a los ojos con sabiduría y le dijo:
"La valentía no es la ausencia de miedo, Mateo, es la decisión de que algo más es más importante que el miedo. Si quieres ayudar a tus amigos, debes usar tu voz. Muchas veces, lo que parece un miedo puede transformarse en la oportunidad de hacer nuevos amigos."
Al escuchar esto, Mateo sintió una pequeña chispa de valor creciendo dentro de él. En ese momento, prometió que iba a intentarlo. Ya no dejaría que el miedo lo detuviera.
Días más tarde, Mateo decidió hablar en su clase sobre su experimento de encontrar a su perrito, y cómo Lila, la loro parlante, lo ayudó. Al finalizar su charla, sus compañeros lo aplaudieron. Mateo se sintió tan feliz.
"¡Gracias a todos!" - dijo, sonriendo.
Lila, desde lo alto de un árbol, aplaudía con sus alas, orgullosa de su amigo. Mateo aprendió que no solo había encontrado a su perrito, sino que también había encontrado su voz. Ahora, no solo podía hablar con valentía, sino que también decidió ayudar a otros niños de su clase que estuvieran tristes o perdidos.
Y así, Lila y Mateo se hicieron grandes amigos, ayudando a todos en el pueblo. Lila siguió enseñando a Mateo valiosas lecciones sobre la amistad y la valentía. Juntos, demostraron que incluso los seres más pequeños pueden hacer grandes cambios en el mundo.
Desde entonces, Mateo nunca dejó de hablar y siempre recordó a Lila, su amiga, la loro parlante que le enseñó que, a veces, solo se necesita un poco de coraje y un buen amigo para lograr grandes cosas. Y el pueblo nunca olvidó el día en que una loro y un niño se unieron para hacer del mundo un lugar un poco mejor.
FIN.