El secreto de los colibrís
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles frondosos, vivía Colibrís, un hada curiosa y juguetona que siempre estaba en busca de aventuras.
Un día, mientras volaba entre las flores del jardín de la escuela, Colibrís se percató de algo especial: los niños que corrían y reían en el patio parecían tener destellos de magia brillando en sus ojos. Intrigada por esta revelación, Colibrís decidió acercarse a los niños para descubrir más sobre esa magia que parecían poseer.
Se posó suavemente en el hombro de Sofía, una niña risueña y creativa, y le susurró al oído:"Hola, querida Sofía.
¿Sabías que tienes una chispa mágica dentro de ti?"Sofía se sobresaltó al principio, pero al ver a la diminuta hada frente a ella con una sonrisa cálida, su rostro se iluminó con emoción. "¿En serio? ¡Eso es increíble! ¿Qué puedo hacer con mi magia?" -preguntó Sofía con entusiasmo.
Colibrís rió melodiosamente y le explicó que cada niño tenía un poder único dentro de sí mismo; podían ser valientes como leones, creativos como artistas o amables como abrazos cálidos.
La clave era descubrir ese poder especial y aprender a usarlo para hacer el bien a su alrededor. Conforme pasaban los días, Colibrís visitaba a distintos niños en la escuela para ayudarles a reconocer su propia magia interior.
Con Mateo compartió secretos sobre cómo cultivar la paciencia; con Valentina exploraron la importancia de la amistad verdadera; con Tomás descubrieron juntos cómo transformar los momentos difíciles en oportunidades para crecer. Pero no todo era color de rosa en aquel pueblo encantado.
Un día llegaron noticias preocupantes: un dragón malvado había sido avistado cerca del bosque y amenazaba con sembrar el caos. Los adultos estaban desconcertados sobre cómo enfrentar semejante peligro, pero los niños sabían que era hora de poner en práctica su magia interior.
Guiados por Colibrís e inspirados por sus propios dones especiales, los niños decidieron unirse para detener al temible dragón.
Sofía usó su creatividad para idear trampas ingeniosas; Mateo demostró su valentía liderando al grupo hacia la batalla; Valentina irradiaba amor y compasión para recordarle al dragón lo importante que era ser amable. Finalmente, gracias a la valentía y trabajo en equipo de los niños (y por supuesto un toquecito mágico), lograron calmar al dragón enfurecido y devolverle la paz al pueblo una vez más.
Desde ese día en adelante, todos supieron apreciar aún más la magia que habitaba dentro de cada uno.
Y aunque Colibrís siguió explorando nuevos horizontes llenos de aventuras fascinantes, siempre regresaba a visitar a sus amigos humanos recordándoles lo extraordinarios que eran cuando dejaban brillar su propia luz interior.
FIN.