El secreto de los dinosaurios furiosos
En un pequeño pueblo llamado Villa Dino, vivía un niño llamado Lorenzo que tenía un gran problema: su enojo.
Lorenzo se enojaba con mucha facilidad por cualquier cosa, ya sea porque le quitaban un juguete o porque las cosas no salían como él quería. Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, Lorenzo encontró una cueva misteriosa. Al entrar, descubrió que estaba llena de dibujos y figuras de dinosaurios.
En el centro de la cueva, vio una estatua gigante de un Tiranosaurio Rex con los brazos extendidos hacia adelante. Lorenzo se acercó a la estatua y notó que tenía una inscripción que decía: "Para calmar tu enojo, debes aprender del pasado".
Intrigado, tocó la estatua y de repente ¡fue transportado al pasado! Se encontró en medio de un valle prehistórico lleno de dinosaurios.
Había velociraptores correteando por ahí, un triceratops comiendo hojas de los árboles y hasta pudo ver a lo lejos a un gigantesco Brachiosaurio caminando lentamente. Lorenzo estaba asombrado con lo que veía. De repente, escuchó un rugido fuerte detrás suyo. Se dio vuelta lentamente y vio al imponente Tiranosaurio Rex parado frente a él.
En vez de sentir miedo o enojo, Lorenzo decidió recordar la inscripción y observar atentamente al dinosaurio. El Tiranosaurio Rex comenzó a moverse lentamente, mostrando sus dientes afilados y emitiendo sonidos guturales.
Pero Lorenzo notó algo curioso en su mirada: parecía más triste que amenazante. "¿Por qué estás tan enojado?", preguntó Lorenzo al dinosaurio. El Tiranosaurio Rex emitió otro rugido pero esta vez menos fuerte. Parecía haber entendido la pregunta del niño.
"Quizás estás asustado o te sientes solo", dijo Lorenzo con comprensión. El dinosaurio bajó la cabeza como si asintiera ante las palabras del niño. Lorenzo sintió empatía por aquella criatura prehistórica y decidió extenderle la mano para acariciarla.
Para sorpresa de todos, el Tiranosaurio Rex aceptó el gesto amigable del niño y cerró los ojos disfrutando del contacto cálido. Desde ese momento, una extraña conexión se formó entre ellos. Lorenzo pasó varios días junto al Tiranosaurio Rex aprendiendo sobre sus emociones y comportamientos.
Descubrió que muchas veces el enojo viene del miedo o la soledad y que es importante expresar nuestras emociones de forma saludable para poder superarlas. Finalmente, llegó el momento en el cual Lorenzo debía regresar a su tiempo presente.
Se despidió del Tiranosaurio Rex con gratitud y prometiéndole visitarlo siempre que necesitara ayuda para calmar su propio enojo. De vuelta en Villa Dino, Lorenzo aplicaba las lecciones aprendidas con los dinosaurios cada vez que sentía surgir su ira.
Recordaba cómo había logrado conectar con aquel ser antiguo a pesar de las diferencias evidentes entre ambos.
Con paciencia y comprensión hacia sus propias emociones, Lorenzo logró controlar su temperamento explosivo transformándolo poco a poco en algo positivo: empatía hacia sí mismo y hacia los demás. Y así fue como gracias a los dinosaurios aprendió no solo a calmarse sino también a entender mejor sus propias emociones.
FIN.