El secreto de los mangos mágicos



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un niño llamado Mateo. Desde muy chico, a Mateo le encantaba escuchar historias y canciones que su abuela le contaba antes de dormir.

Se emocionaba con cada aventura, lloraba con los finales tristes, reía a carcajadas con las ocurrencias de los personajes y cantaba las canciones populares que su abuela entonaba. A pesar de su amor por las historias, Mateo aún no sabía leer.

Le pedía a su abuela que le leyera cuentos una y otra vez, pero él ansiaba poder descifrar por sí mismo las letras y sumergirse en los libros que veía en la biblioteca del pueblo.

Mateo tenía otra pasión además de la lectura: los mangos y las frutas ácidas. Cada tarde después de la escuela, se iba al jardín a jugar bajo el árbol de mango que tenía en su patio.

Subía a lo alto para alcanzar los frutos maduros y disfrutar de su sabor dulce y jugoso. Un día, mientras estaba comiendo un mango bajo el sol radiante, vio pasar frente a su casa a una niña llamada Luisa.

Ella llevaba un vestido azul brillante y una sonrisa tan radiante como el sol. Desde ese momento, Mateo se enamoró perdidamente de ella. Decidido a conquistar el corazón de Luisa, Mateo pensó en cómo podía impresionarla.

Recordó entonces que en la biblioteca del pueblo había libros sobre cómo cultivar mangos y otras frutas. Si aprendía a leer esos libros, podría sorprender a Luisa mostrándole todo lo que sabía sobre sus frutas favoritas.

Sin perder tiempo, Mateo se acercó al bibliotecario Don Manuel y le pidió ayuda para aprender a leer. Don Manuel era un hombre amable y paciente que aceptó encantado enseñarle al niño todas las letras del abecedario. Los días pasaron volando mientras Mateo se esforzaba por aprender a leer.

Practicaba todas las tardes después de jugar bajo el árbol de mango y pronto comenzó a reconocer palabras simples e incluso formar frases completas. Un día soleado, Mateo decidió invitar a Luisa al jardín para mostrarle algo especial.

Cuando llegó ella, lo encontró sentado debajo del árbol leyendo en voz alta un libro sobre cultivo de mangos. Impresionada por sus esfuerzos y dedicación, Luisa sonrió ampliamente y felicitó a Mateo por todo lo que había logrado.

"¡Mateo! ¡No sabía que estabas aprendiendo a leer! Eso es increíble", exclamó Luisa emocionada. "Sí, quería sorprenderte mostrándote cuánto me gustan los mangos", respondió tímidamente Mateo. "Eres realmente asombroso", dijo Luisa con admiración.

Desde ese día en adelante, Mateo continuó practicando la lectura con entusiasmo mientras compartía sus conocimientos sobre frutas con Luisa. Juntos exploraban el mundo maravilloso de los libros e imaginaban nuevas aventuras cada vez más emocionantes.

Y así fue como gracias al amor por la lectura -y por los mangos-, Mateo conquistó no solo el corazón de Luisa sino también un nuevo mundo lleno de posibilidades infinitas donde la magia de las palabras les permitiría vivir mil aventuras más allá del pequeño pueblo donde habían crecido juntos.

FIN.

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