El Secreto de los Moreno



En una colorida y bulliciosa ciudad colombiana, vivía la familia Moreno. Parecían ser la familia perfecta: papá Fernando, mamá Clara, la hija Valentina, y los dos hijos, Tomás y Julián. Todos los días se sentaban juntos a cenar, reían y compartían historias.

Sin embargo, en el fondo, cada uno guardaba sus propios secretos. Papá Fernando, por ejemplo, estaba preocupado por su trabajo: había recibido una advertencia en la oficina por no cumplir con algunas metas. Pero en lugar de hablar sobre ello, se esforzaba por aparentar que todo estaba bien.

"¡Hoy es un lindo día para hablar de nuestros sueños!" - dijo Fernando en una cena, tratando de forzar una sonrisa.

"Sí, papá, ¿por qué no nos cuentas sobre tu sueño de viajar al mar?" - preguntó Valentina, quienes a pesar de lo que sucedía observaba a su papá con admiración.

"Claro, claro... el mar es muy hermoso. ¿Y ustedes qué sueños tienen?" - respondió Fernando un poco nervioso.

Por otro lado, mamá Clara se sentía triste por la falta de atención de sus hijos. Siempre estaban en sus dispositivos móviles y no prestaban atención a lo que ella decía. Sin embargo, pensó que si mostraba una fachada alegre, todo se vería bien.

"Chicos, ¿qué tal si hacemos una noche de juegos?" - propuso Clara un martes por la noche.

"¡Súper! Pero primero tengo que terminar un nivel en mi juego" - respondió Tomás sin mirar más que la pantalla.

"¡Cállate y prestá atención!" - comentó Julián, pero no en tono enojado, sino más bien desinteresado.

Un día, Valentina encontró una carta en el bolsillo de la chaqueta de su padre. Después de leerla, se dio cuenta de que su papá estaba en problemas en el trabajo y su corazón comenzó a latir rápido. No sabía si contarle a su mamá o a sus hermanos.

Esa mañana, Clara decidió preparar un desayuno muy especial, pero al ver que todos seguían en sus pantallas, se sintió aún más desanimada.

"Me gustaría que me escucharan un poco más" - dijo Clara, con la voz un tanto entrecortada.

"Estamos escuchando, ma... solo que tenemos cosas importantes en nuestras pantallas" - respondió Tomás sin mirar.

Valentina sintió que era el momento de armarse de valor. Decidió que lo mejor sería reunir a la familia completa.

"Tengo algo que decirles" - empezó Valentina.

Los tres miraron a su hermana con curiosidad.

"Me encontré con una carta de papá y creo que debemos hablar sobre lo que está pasando en este hogar, porque no podemos seguir escondiendo lo que sentimos" - aseguró Valentina.

Fernando se quedó helado al escuchar a su hija.

"¿Qué quieres decir, Valentina?" - preguntó, preocupado.

"Papá, también podemos sentirnos abrumados y tristes. No siempre tenemos que aparentar que todo está bien" - explicó Valentina.

Julián, que usualmente no hablaba en esos momentos, interrumpió.

"No sé si a ustedes les pasa, pero a veces me siento muy solo en esta casa, a pesar de estar todos juntos".

Tomás, quien siempre parecía desinteresado, sonrió y añadió:

"Yo pensé que era el único. Siento que todo el mundo está ocupado en sus propios mundos".

Clara no pudo evitar que las lágrimas se le escaparan por la emoción al ver cómo sus hijos abrían sus corazones.

"Lamento no haber estado más presente. A veces me siento igualmente sola, ocupada en las cosas de la casa, y no se los he dicho" - dijo Clara.

Fernando, tocado por la sinceridad de sus hijos y de su esposa, decidió que era hora de hablar de lo que realmente estaba sucediendo.

"Chicos, he tenido la semana más complicada en el trabajo. He tratado de ser fuerte, pero a veces solo necesito que me escuchen. Estoy aquí para ustedes también" - declaró con voz temblorosa.

Esa noche, la familia Moreno se reunió en la sala, cada uno compartiendo sus pensamientos y miedos, y se dieron cuenta de que no estaban solos en sus luchas.

"Desde hoy, haremos el compromiso de hablar, aunque se trate de lo que sea" - sugirió Valentina, que ahora se sentía más cercana a su familia.

Así, en lugar de esconder lo que pasaba, decidieron abrir sus corazones y apoyarse mutuamente. De ese día en adelante, las cenas no solo eran para reír, sino también para hablar de lo que les preocupaba, formando lazos más fuertes.

Y aunque los problemas no desaparecieron de un día para otro, la familia Moreno aprendió que lo más importante era comunicarse, y así, poco a poco, fueron convirtiéndose en una familia más unida y sincera.

Al final de la historia, Clara propuso:

"¡Hagamos nuestro primer juego familiar! Cada día, podemos compartir lo que estamos sintiendo".

Todos asintieron, emocionados de haber encontrado el camino para ser una familia realmente unida. Y así, descubriendo que hablar es un gran paso, lograron que esa represión se transformara en confianza y amor.

Colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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