El secreto de los pajaritos



Había una vez dos hermanitos, Martín y Sofía, que estaban muy emocionados porque iban a ir de campamento con su familia. Estaban felices de poder pasar tiempo juntos al aire libre, explorando la naturaleza y durmiendo bajo las estrellas.

El primer día de campamento, Martín y Sofía decidieron salir a explorar el bosque. Caminaron por senderos llenos de árboles altos y pájaros cantando. De repente, encontraron un arroyo cristalino donde podían refrescarse.

Martín vio unas piedras brillantes en el fondo del arroyo y quiso quedárselas todas para él. "¡Mira Sofía, estas piedras son tan bonitas! Las voy a guardar todas en mi bolsillo", dijo Martín emocionado.

Sofía miró tristemente a su hermano y le dijo: "Pero Martín, si te quedas con todas las piedras bonitas no voy a tener ninguna para mí". Martín se detuvo un momento y luego se dio cuenta de lo egoísta que estaba siendo. Decidió compartir las piedras con su hermana.

"Tienes razón Sofía, vamos a dividirlas. Tú puedes quedarte con la mitad y yo con la otra mitad", propuso Martín. Sofía sonrió feliz y aceptó la propuesta de su hermano.

Juntos seleccionaron las piedras más bonitas y las distribuyeron equitativamente entre los dos. Los días pasaron volando mientras Martín y Sofía disfrutaban del campamento en familia.

Compartieron risas alrededor de la fogata, jugaron juntos en el lago e incluso construyeron una cabaña en el árbol donde dormirían esa noche. Una tarde, mientras caminaban por el bosque, encontraron un nido caído con tres pajaritos dentro. Los pajaritos parecían asustados y solos. "¡Pobres pajaritos! Tenemos que ayudarlos", exclamó Sofía preocupada.

Martín recordó cómo había aprendido a compartir las piedras con su hermana y decidió aplicar esa lección en esta situación también. "Tienes razón Sofía. Vamos a cuidar juntos de estos pajaritos hasta que puedan volar solos", dijo Martín con determinación.

Los dos hermanitos recogieron cuidadosamente el nido caído y lo llevaron a un lugar seguro donde pudieran protegerlo de los depredadores. Durante días alimentaron a los pajaritos con gusanos que encontraban en el bosque hasta que finalmente los pequeños volaron libres hacia el cielo.

Al finalizar el campamento, Martín y Sofía se abrazaron felices por haber compartido momentos inolvidables juntos. Se dieron cuenta de que cuando compartían sus experiencias, alegrías y preocupaciones, fortalecían su vínculo como hermanos.

Desde ese día prometieron seguir compartiendo todo lo bueno que la vida les ofreciera. Y así terminó este maravilloso campamento familiar donde dos pequeños aprendieron una gran lección: ¡Que compartir es vivir!

FIN.

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