El Secreto de los Portales
Había una vez un niño llamado Juan Ignacio, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas.
Un día, escuchó hablar sobre el famoso Hotel de Doors, un lugar misterioso y encantador que se decía tenía puertas mágicas que llevaban a diferentes mundos. Juan Ignacio era un niño muy curioso y aventurero, así que decidió emprender un viaje para descubrir si los rumores eran ciertos. Llegó al hotel y quedó maravillado por su belleza.
Las puertas estaban adornadas con detalles dorados y parecían tener vida propia. Al entrar al hotel, Juan Ignacio fue recibido por el dueño del lugar, Don Pedro. Era un hombre mayor con barba blanca y una sonrisa amable en su rostro arrugado.
"Bienvenido al Hotel de Doors", dijo Don Pedro con voz dulce. "Aquí encontrarás puertas que te llevarán a lugares extraordinarios". Juan Ignacio estaba emocionado y comenzó a explorar cada rincón del hotel.
Vio puertas de todos los colores: rojas, azules, verdes e incluso una dorada muy especial. Decidió abrir la primera puerta que vio frente a él: era la puerta roja.
Al cruzarla se encontró en medio de una selva tropical llena de animales exóticos y plantas gigantes. "¡Increíble!", exclamó Juan Ignacio mientras acariciaba a un mono travieso que saltaba sobre sus hombros. Después de disfrutar del mundo selvático durante algún tiempo, decidió volver al hotel para explorar más lugares fantásticos.
Esta vez eligió la puerta azul, y se encontró en un castillo medieval lleno de caballeros valientes y princesas encantadoras. "¡Vaya!", dijo Juan Ignacio mientras veía una justa entre dos caballeros. "Este lugar es asombroso".
Pasaron los días y Juan Ignacio visitó muchos mundos a través de las puertas del hotel. Pero algo extraño comenzó a suceder: cada vez que abría una nueva puerta, no podía regresar al hotel.
Juan Ignacio estaba preocupado y buscó a Don Pedro para contarle lo que le había sucedido. El dueño del hotel escuchó atentamente y le explicó que ese era el propósito del Hotel de Doors: enseñar a las personas a valorar el mundo real en el que vivían.
"Cada vez que cruzas una puerta, experimentas cosas nuevas y emocionantes", dijo Don Pedro. "Pero también te alejas de tu hogar y tus seres queridos". Juan Ignacio comprendió la lección y decidió buscar la manera de regresar al pueblo donde vivía.
Caminó por diferentes mundos hasta encontrar una última puerta dorada brillante. Al abrir esta puerta, Juan Ignacio se encontró en su propio dormitorio. Estaba feliz de estar de vuelta en casa con su familia.
Desde aquel día, Juan Ignacio nunca olvidaría las aventuras vividas en el Hotel de Doors, pero aprendió a apreciar aún más lo maravilloso que era su propio mundo real.
Y así, nuestro pequeño héroe entendió que aunque los lugares mágicos pueden ser tentadores, siempre hay algo especial en casa esperando por nosotros. Fin.
FIN.