El secreto de los pregones frente al Cabildo


Había una vez en Buenos Aires, frente al imponente Cabildo, un grupo de vendedores ambulantes conocidos como pregones. Ellos recorrían las calles con sus carretillas ofreciendo sus productos con melodiosas y creativas frases. Había desde vendedores de frutas y verduras, hasta vendedores de juguetes y golosinas. Todos competían por llamar la atención de los transeúntes con sus divertidos pregones. -

- ¡Frutas fresquitas y sabrosas! ¡Lleve las mejores manzanas y naranjas de la ciudad! - gritaba el Sr. Antonio, vendedor de frutas. -

- ¡Muñecas y autitos de colores! ¡Para todos los chicos que quieran jugar! - entonaba la Sra. Rosita, vendedora de juguetes.

Un día, entre los pregones habituales, se escuchó una voz desconocida que cantaba una melodía misteriosa. Todos los vendedores se sorprendieron al ver a un nuevo personaje en la esquina, un anciano con una sonrisa amable cargando una carretilla llena de libros. -

- ¡Cuentos y aventuras para descubrir! ¡Lleve los mejores libros para aprender y divertirse! - entonaba el anciano con un brillo especial en sus ojos. Los demás pregones lo miraron con curiosidad, sin entender por qué alguien querría comprar libros en lugar de frutas o juguetes.

Poco a poco, el anciano fue ganándose la simpatía de los transeúntes y logró vender varios libros esa tarde. Los otros pregones observaban sorprendidos y algo celosos. Pero el anciano les ofreció algo inesperado: les enseñó a incorporar la magia de las palabras en sus propios pregones, utilizando rimas y cuentos para hacer que sus productos fueran irresistibles.

Así, los vendedores de frutas comenzaron a cantar sobre la frescura y la dulzura de sus productos, mientras que los vendedores de juguetes inventaron divertidas historias sobre los juegos que ofrecían. Pronto, todos los pregones frente al Cabildo se transformaron en coloridos narradores que atraían a grandes y chicos con sus ingeniosos cantos.

El antiguo vendedor de libros había compartido su sabiduría y todos se habían convertido en mejores vendedores. Juntos, lograron convertir las calles de Buenos Aires en un lugar mágico donde cada producto tenía su propia historia. Y así, el secreto de los pregones frente al Cabildo se extendió por toda la ciudad, recordándole a todos la magia que hay en las palabras y en las historias.

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