El Secreto de Mambrú
En una pequeña aldea, vivía un gato llamado Mambrú, conocido por todos como el gato más limpio y ordenado de la zona. Todos los días, Mambrú se cepillaba suavemente su suave pelaje y se aseguraba de mantener todo a su alrededor impecable. Un día, mientras disfrutaba del sol en su ventana, se acercó a él un lebrel llamado Perdonavidas, un perro curioso y aventurero.
—Pariente de Micifú, —preguntó el lebrel—, ¿qué secreto tienes tú para vivir siete vidas?
Mambrú, con una sonrisa astuta, le respondió:
—Mi secreto es muy sencillo, pues no consiste sino en frecuentar como yo el aseo y el cepillo.
Perdonavidas, intrigado por la respuesta, decidió que quería entender mejor lo que significaba cuidar de uno mismo. Así que le pidió a Mambrú que le enseñara.
—Claro que sí, amigo. Pero, antes que nada, debo decirte que no solo se trata de la limpieza, sino de una vida llena de hábitos sanos y divertidos. ¡Vamos a investigar juntos!
Entonces, Mambrú y Perdonavidas emprendieron una aventura en la que visitarían a otros animales de la aldea para aprender de sus hábitos.
El primer lugar que visitaron fue el hogar de la tortuga Ponderosa, que siempre meditaba bajo un árbol.
—¿Qué haces, Ponderosa? —preguntó Perdonavidas.
—Practico la paciencia y la tranquilidad. La paz mental es muy importante en la vida —respondió Ponderosa.
Asombrados por la sabiduría de la tortuga, Mambrú y Perdonavidas tomaron nota de la importancia de encontrar momentos de calma.
Continuaron su camino y llegaron al lago donde viven los patos. Allí, conocieron a Fede, el pato aventurero, que les enseñó cómo nadar y jugar en el agua.
—¡Jugar también es una parte fundamental de la vida! —exclamó Fede—. No olviden nunca divertirse, amigos.
Mambrú y Perdonavidas miraron con admiración al pato que resonaba con alegría y emoción.
Poco después, se encontraron con la ardilla Chiquita, que siempre estaba correteando de árbol en árbol.
—¿Qué haces tan rápido, Chiquita? —preguntó Perdonavidas.
—Reúno frutos y me mantengo activa. ¡El ejercicio es esencial! —respondió saltando.
Mientras exploraban, Mambrú recordó que la limpieza y el cuidado personal era solo una parte de lo que había aprendido de sus amigos. Necesitaba incluir también la diversión, la tranquilidad y el ejercicio en su vida.
Esa noche, cuando Mambrú y Perdonavidas regresaron, comenzaron a implementar lo que habían aprendido. Mambrú organizó juegos en el jardín, momentos de relajación bajo los árboles, y también carreritas en el parque, invitando a todos sus amigos a unirse.
Los días pasaron y la popularidad de Mambrú creció en la aldea. Todos querían ser parte de la nueva aventura llamativa y saludable que había creado.
Un día, Perdonavidas miró a Mambrú y le dijo:
—¡Qué feliz estoy de haber aprendido de vos, querido amigo! Ahora sé que vivir muchas vidas no solo se trata de cuidarse, sino también de disfrutar cada momento, de estar en paz y de hacer ejercicio.
—Exactamente —respondió Mambrú—. Y esos son los secretos de una vida plena. ¡Nunca dejen de aprender y jugar!
Desde entonces, la aldea se llenó de risas, limpieza, juegos y mucha amistad. El secreto de Mambrú ya no era solo su higiene, sino la mezcla perfecta de alegría, paz y actividad que compartió con todos. Y así, tanto Mambrú como Perdonavidas comprendieron que vivir muchas vidas se trata de disfrutar pequeños secretos que se forman en momentos compartidos con amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.