El secreto de Papayal
En el pintoresco pueblo de Papayal, todos los vecinos conocían y querían a doña Angi. Ella regentaba la única tiendita del lugar, donde se podía encontrar de todo un poco: desde golosinas hasta útiles escolares.
Pero lo que más destacaba de su tienda era el trato amable y cariñoso que ofrecía a cada persona que entraba por la puerta. Un día, llegó al pueblo un niño llamado Tomás.
Había venido con su familia en busca de un nuevo comienzo. Tomás era tímido y le costaba hacer amigos en su nueva escuela. Sin embargo, eso cambió cuando descubrió la tiendita de doña Angi.
Desde el primer día, doña Angi trató a Tomás con tanto cariño que él se sintió como en casa.
Todos los días después de clases, Tomás iba a la tienda y pasaba horas charlando con doña Angi sobre sus aventuras en el colegio o simplemente escuchando las historias que ella tenía para contar. Un día, mientras ayudaba a organizar algunos productos en los estantes, Tomás notó que uno de los tarros de dulce estaba vacío. "Doña Angi, ¿qué pasó con los caramelos de frutilla? Siempre son mis favoritos", preguntó preocupado.
Doña Angi suspiró y le explicó a Tomás que debido a la baja temporada no había podido reponer ese producto tan especial para él.
Tomás recordó entonces una actividad solidaria que habían hecho en la escuela para recaudar fondos para mejorar el parque del pueblo. Se acercó emocionado a doña Angi y le propuso:"¡Podemos vender limonada los fines de semana frente a tu tienda! Así juntamos dinero para comprar más caramelos".
Doña Angi quedó sorprendida por la iniciativa del pequeño pero accedió encantada. Juntos prepararon carteles anunciando la venta de limonada hecha con amor por Tomás y doña Angi. Los fines de semana se colocaron frente a la tiendita con una mesita llena de vasitos humeantes y pancartas coloridas.
La gente del pueblo se acercaba curiosa y compraba las limonadas endulzadas con azúcar morena y sonrisas sinceras. La noticia corrió como reguero de pólvora por Papayal: "¡Tomás y doña Angi venden limonada para comprar caramelos!".
Pronto, no solo los vecinos habituales sino también personas de pueblos cercanos empezaron a visitar la tiendita para apoyar esa noble causa.
Después de unas cuantas semanas vendiendo limonada, finalmente habían logrado reunir suficiente dinero para comprar una gran cantidad de caramelos de frutilla. Cuando llegaron los dulces nuevos, Tomás no cabía en sí mismo de felicidad. "¡Gracias doña Angi por ayudarme a cumplir mi sueño!", exclamó abrazando emocionado al tarro lleno hasta arriba.
Doña Angi sonreía feliz viendo cómo algo tan simple como unos caramelos podían alegrar tanto el corazón del pequeño Tomás. A partir de ese día, la amistad entre Tomás y doña Angi creció aún más fuerte.
Juntos aprendieron que con esfuerzo, creatividad y generosidad se pueden lograr grandes cosas. Y así, la tiendita siguió siendo mucho más que un lugar donde comprar cosas; se convirtió en un punto clave donde florecían amistades sinceras e historias inolvidables en el hermoso pueblo de Papayal.
FIN.