El secreto de Rufus



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, una niña llamada Lola. Lola era valiente, curiosa y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, escuchó unos sollozos provenientes de detrás de unos arbustos. Intrigada, se acercó sigilosamente y descubrió que los sollozos venían de un monstruo animal con grandes ojos amarillos. El monstruo se llamaba Rufus y parecía muy triste.

"¿Qué te pasa, Rufus? ¿Por qué estás llorando?" preguntó Lola con ternura. Rufus levantó la mirada sorprendido al ver a la niña y entre sollozos le contó que todos en el pueblo lo temían porque pensaban que era un monstruo malo.

Pero en realidad, Rufus era un monstruo amable que solo quería tener amigos y jugar con los niños. Lola sintió mucha empatía por Rufus y decidió ayudarlo a cambiar la percepción que tenían los habitantes del pueblo sobre él.

Juntos idearon un plan para demostrarles a todos que Rufus no era peligroso. La primera tarea era enseñarle a Rufus cómo comportarse para no asustar a las personas.

Lola le enseñó a sonreír en lugar de gruñir, a saludar con la mano en lugar de rugir y a hablar bajito en lugar de gritar. Con paciencia y dedicación, Rufus fue mejorando su comportamiento gracias a las enseñanzas de Lola.

Una tarde, decidieron organizar una merienda en el parque para invitar a los niños del pueblo y mostrarles lo amigable que podía ser Rufus. Los niños llegaron al parque sin saber qué esperar, pero al ver a Lola junto a Rufus sonriendo amistosamente, se acercaron curiosos.

Al principio tuvieron miedo, pero al ver cómo jugaba con ellos sin lastimarlos, empezaron a relajarse y disfrutar de su compañía. "¡Rufus es genial! ¡Es el mejor amigo!" exclamaron los niños emocionados mientras corrían junto al monstruo animal por el parque.

Desde ese día, Rufus se convirtió en el amigo inseparable de todos los niños del pueblo. Gracias al coraje y la bondad de Lola, logró vencer sus miedos e inseguridades para encontrar la verdadera amistad que tanto anhelaba.

Y así, Villa Alegre se llenó de risas y juegos gracias a la valentía de una niña dispuesta a darle una oportunidad al monstruo amable que simplemente buscaba amor y aceptación.

La lección quedó grabada en el corazón de todos: nunca juzgues por las apariencias, pues debajo de cada capa puede haber un gran amigo esperando ser descubierto.

FIN.

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