El secreto de Salome



En un pequeño barrio donde los árboles dan sombra y los niños juegan en la plaza, vivía Salome. A primera vista, parecía una niña alegre y divertida, pero cuando estaba en la escuela, su energía se transformaba en travesuras. Siempre estaba molestando a sus compañeros con bromas pesadas y burlas.

Sus amigos, Pablo, Ana y Javi, estaban cansados de sus actitudes. Un día, mientras jugaban a la pelota, Pablo dijo:

"¡Ya no aguanto más! Tenemos que hablar con ella, esto no puede seguir así".

Ana, que siempre había tenido un corazón bondadoso, propuso:

"¿Y si vamos a visitarla después de clases? Tal vez hay algo que no sabemos".

Con un poco de temor pero decididos, comenzaron a planear su visita. Cuando llegaron a la casa de Salome, se dieron cuenta de que la puerta estaba entreabierta. Al entrar, el silencio era asombroso. En lugar de risas y juegos, todo estaba tranquilo.

"¿Salome?" - llamó Ana, un poco nerviosa.

Poco después, Salome apareció. Sus ojos, que siempre brillaban con travesura, ahora estaban llenos de cansancio. "¿Qué quieren?" - preguntó, con un tono de voz apagado.

Javi, que era el más directo de todos, habló: "Vinimos a ver cómo estás. Nos preocupamos por vos."

"¿Por mí?" - replicó Salome, mirándolos con sorpresa. "Pero si siempre les hice cosas malas..."

Pablo, intentando sonar comprensivo, le dijo: "A veces, cuando alguien actúa así, es porque está pasando por algo difícil. ¿Hay algo que quieras contarnos?"

Salome bajó la mirada. Después de un momento de silencio, empezó a hablar. "No me siento bien...", dijo con la voz temblorosa. "Estuve enferma y no puedo salir como antes. A veces, cuando me siento sola, me pongo a molestar a los demás para que me presten atención."

Los amigos intercambiaron miradas de sorpresa y compasión. Ana se acercó y le dijo:

"No sabíamos lo que estabas pasando. Si hubiéramos sabido, te habríamos ayudado. No tenés que sentirte sola, Salome. Nos tenés a nosotros."

Salome, con lágrimas en los ojos, sonrió por primera vez en mucho tiempo. "¿De verdad?"

"Sí, de verdad. Vamos a ser tu equipo. Podemos ayudarte a sentirte mejor y, tal vez, aprender a jugar juntos sin peleas" - añadió Javi, sonriendo.

Desde aquel día, sus amigos comenzaron a visitarla con regularidad. Jugaban juegos de mesa, pintaban y hasta hacían pequeñas manualidades. Poco a poco, Salome comenzó a abrirse más.

Un día, mientras pintaban, Ana le preguntó: "¿Qué te gustaría hacer cuando estés mejor?"

"Me gustaría volver a correr en la plaza y jugar al fútbol. Siempre quise ser la mejor del equipo" - respondió Salome, con un brillo renovado en sus ojos.

Pablo, que había sido el más crítico, ahora se dio cuenta de que el juego no solo era para divertirse, sino también para crear lazos. "Entonces, ¡tenemos que prepararte! Vamos a practicar contigo, así estarás lista para cuando te sientas mejor"

Con el tiempo, Salome fue recuperándose. Aprendió que ser valiente no significa no tener miedo, sino tener amigos que te acompañen en momentos difíciles. Su actitud también cambió con el tiempo; ya no necesitaba molestar a los demás para sentirse aceptada. Ahora disfrutaba la compañía de sus amigos y juntos crearon historias divertidas sin necesidad de peleas.

La relación entre ellos se volvió más fuerte, y un día, mientras volvían de un partido de fútbol que habían organizado, Salome exclamó:

"¡Gracias por ser mis amigos, ustedes son los mejores!"

"Y gracias a vos por enseñarnos lo que realmente significa ser amigos" - respondió Ana, sonriendo.

Ese año, Salome no solo se convirtió en la mejor jugadora del equipo, sino también en una amiga que comprendía la importancia de cuidar a los demás, especialmente a quienes atraviesan momentos difíciles. Y así, la plaza del barrio se llenó nuevamente de risas, fútbol y, lo más importante, de amistad.

La historia de Salome se convirtió en un ejemplo para todos, recordando que a veces, detrás de una broma o un gesto travieso, puede esconderse una historia que necesita ser escuchada. Las travesuras pueden transformarse en alegrías si solo abrimos nuestro corazón y entendemos lo que realmente nos rodea.

FIN.

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