El secreto de Sharon y su maestro



Era un día soleado en La Rambla, y la plaza estaba llena de vida. Niños corrían, artistas callejeros mostraban su talento, y los aromas de la comida típica llenaban el aire. Pero en medio de toda esa alegría, una niña llamada Sharon estaba sentada en un banco, con el ceño fruncido.

Sharon era una niña curiosa, pero había algo que la contradecía. Su maestro de la escuela, el señor López, siempre estaba dándole tareas difíciles y, a su parecer, no parecía entenderla.

"Me parece que el señor López solo disfruta haciéndonos sufrir", le dijo a su amiga Valentina, que estaba a su lado.

"Pero Sharon, él solo quiere que aprendamos más", respondió Valentina con un tono de preocupación.

"¿Aprender? A mí no me gusta nada de lo que enseña. No entiendo por qué necesitamos saber tanto sobre matemáticas", contestó Sharon, mientras observaba a un malabarista que hacía trucos en la plaza.

Un día, después de la escuela, Sharon decidió ir a La Rambla para despejar su mente. Mientras caminaba, se dio cuenta de que el señor López estaba sentado en una de las terrazas, viendo a los artistas. Intrigada, se acercó a él.

"¿Señor López? ¿Qué hace aquí?", preguntó ella, sin poder ocultar su confusión.

El maestro sonrió.

"Hola, Sharon. Vine a ver a algunos de mis amigos que son artistas. A veces necesito inspiración. ¿Y tú?".

"Vine a escapar de las matemáticas... Quiero disfrutar de la vida, no de tener que resolver ecuaciones", respondió con honestidad.

El señor López se rió suavemente.

"Entiendo. Pero, ¿sabías que los artistas también utilizan matemáticas en su trabajo? Los patrones en sus diseños, el tiempo en el que lanzan sus pelotas. Todo tiene que ver con números".

Sharon levantó una ceja, no había pensado en eso.

"¿De verdad? Pero eso no suena divertido".

El maestro miró hacia el malabarista que equilibraba una pelota en la cabeza.

"Mirá, esa habilidad requiere mucha práctica. Cuando alguien se esfuerza, puede lograr cosas increíbles. Aprender algo nuevo también es así, a veces no lo disfrutamos al principio, pero luego encontramos la belleza en ello".

Sharon se detuvo a pensarlo. A medida que observaba al malabarista saltando y girando, comenzó a preguntarse cuántas matemáticas había detrás de esos movimientos.

"Entonces, ¿creés que las matemáticas pueden ser diversión?", preguntó con curiosidad.

El señor López asintió, con una sonrisa.

"Por supuesto, Sharon. Dedicar tiempo a aprender y practicar puede ser muy gratificante, como lo que hace ese artista".

Después de la conversación, Sharon empezó a ver a su maestro con otros ojos. En lugar de un enemigo, comenzó a entenderlo como alguien que, en realidad, quería ayudarla a aprender cosas importantes.

Al día siguiente, se acercó a él después de clase.

"Señor López, ¿podría ayudarme con las matemáticas? Creo que puede hacerlas más divertidas".

El maestro sonrió ampliamente.

"¡Claro que sí, Sharon! Estoy aquí para ayudarte. Vamos a encontrar maneras de que aprendas de forma que te divierta".

Desde aquel momento, Sharon ya no esquivaba las matemáticas. Juntos, comenzaron a hacer ejercicios relacionados con la música, el diseño de los carteles que había en el barrio y hasta a organizar una pequeña exposición de arte en la plaza, donde cada niño expondría algo que había creado usando números y formas.

La aventura de aprender se volvió para Sharon un nuevo desafío del que nunca había tenido miedo.

Ahora, cuando se acuerdo de La Rambla, no piensa solo en los artistas, también se siente parte de una historia de aprendizaje y amistad, donde su maestro le enseñó que todo lo que parece difícil puede volverse divertido si mantienes los ojos abiertos y el corazón dispuesto a aprender.

Y así, cada vez que el sol brillaba sobre La Rambla, Sharon sonreía, recordando que, a veces, la verdadera magia está en lo que podemos descubrir. Siempre y cuando estemos dispuestos a aprender y a ver más allá de lo que inicialmente creemos.

Fin.

FIN.

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