El Secreto de Sofía


Había una vez una niña llamada Sofía, que tenía 6 años y era muy curiosa e inteligente. Un día, mientras caminaba por el parque con su mamá, vio a un hombre mayor sentado en un banco leyendo el periódico.

Sofía se acercó al hombre y le preguntó: "Disculpe señor, ¿qué está leyendo?"El hombre levantó la mirada y sonrió amablemente. "Estoy leyendo las noticias del día", respondió. "¿Tienes alguna pregunta sobre algo en particular?"Sofía asintió emocionada.

"Sí, me gustaría saber qué está pasando en el mundo". El hombre se sorprendió gratamente por la curiosidad de Sofía y comenzó a explicarle algunas de las noticias más importantes del día.

Sofía escuchaba atentamente cada palabra que decía el hombre mayor. Mientras tanto, la mamá de Sofía observaba desde lejos para asegurarse de que todo estuviera bien. Notó lo interesada que estaba su hija en la conversación con el extraño.

Después de unos minutos, Sofía dio las gracias al hombre por compartir su conocimiento y regresó junto a su mamá. "Mamá", dijo Sofía emocionada, "ese señor era muy amable y sabía muchas cosas interesantes".

La mamá sonrió y le respondió: "Es genial que hayas encontrado a alguien así, pero recuerda siempre tener cuidado cuando hables con extraños". Sofía frunció el ceño confundida. "Pero él parecía tan bueno".

La mamá tomó la mano de Sofía cariñosamente y le explicó: "Sofía, no todos los adultos son buenos y confiables. Algunas personas pueden intentar hacerte daño o engañarte". Sofía asintió con tristeza.

"Entiendo mamá, pero ¿cómo puedo saber en quién confiar?"La mamá se agachó a la altura de Sofía y le dijo: "Es importante que siempre estés atenta a las señales. Observa cómo te hace sentir esa persona, si te hace sentir segura y cómoda o si algo en tu interior te dice que debes tener cuidado".

Sofía pensó en lo que su mamá le había dicho. Sabía que tenía que ser cautelosa, pero también quería seguir aprendiendo cosas nuevas. Unos días después, Sofía estaba jugando en el parque cuando vio a una mujer joven sentada en un banco pintando un hermoso paisaje.

Intrigada por la pintura, se acercó tímidamente y preguntó: "Disculpe señorita, ¿puedo ver lo que está pintando?"La mujer levantó la mirada y sonrió dulcemente. "¡Claro! Me encantaría mostrarte mi obra de arte", respondió.

Sofía observó fascinada cómo la mujer mezclaba los colores para crear una imagen increíble. La conversación fluyó fácilmente entre ellas mientras hablaban sobre el arte y la belleza del mundo.

Al finalizar su charla, Sofía dio las gracias a la mujer por compartir su talento y regresó junto a su mamá. "Mamá", exclamó emocionada Sofía, "esa señorita era muy amable también. Me enseñó muchas cosas sobre pintar".

La mamá sonrió y le dijo: "Me alegra que hayas encontrado a alguien amable y respetuoso, Sofía. Recuerda siempre confiar en tu instinto y estar alerta". Sofía asintió con determinación. Aprendió que no todos los adultos eran iguales y que debía ser cuidadosa al elegir en quién confiar.

A medida que Sofía crecía, aplicaba las enseñanzas de su mamá en todas las situaciones de su vida. Siempre estaba atenta a las señales y escuchaba su intuición antes de decidir si podía confiar o no en un adulto.

Y así, la pequeña Sofía aprendió una valiosa lección sobre la importancia de discernir en qué adultos confiar, sabiendo que el mundo estaba lleno de personas buenas pero también había algunas que podían ser peligrosas.

Desde aquel día, Sofía siguió siendo una niña curiosa e inteligente, pero también se convirtió en una niña segura de sí misma y capaz de tomar decisiones informadas sobre quién merecía su confianza.

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