El secreto de Solagua



Había una vez un pequeño pueblo llamado Solagua, donde vivían el sol, el agua y la tierra en perfecta armonía. Cada uno de ellos tenía una personalidad única y juntos formaban un equipo imparable.

El sol era un ser radiante y alegre que siempre iluminaba los días del pueblo con su cálido resplandor. La gente lo amaba porque les proporcionaba luz y calor para sus cultivos.

El agua era un espíritu juguetón y curioso que fluía por los ríos y arroyos del pueblo. Era vital para la vida de todos, ya que proveía de agua potable a las personas, animales y plantas. La tierra era una figura tranquila pero fuerte.

Era ella quien daba sustento a todas las plantas del lugar, creando hermosos jardines llenos de flores coloridas y árboles frondosos. Un día, algo inesperado ocurrió en Solagua.

El sol se levantó muy temprano por la mañana pero no pudo encontrar al agua ni a la tierra en ninguna parte. Se preocupó mucho porque sabía lo importantes que eran para el bienestar del pueblo. Decidió buscarlos por toda la región hasta llegar al bosque más cercano.

Allí encontró al agua llorando desconsoladamente junto a un riachuelo seco. - ¿Qué te pasa, querido amigo? - preguntó el sol con ternura. - El río ha desaparecido - respondió tristemente el agua -. Sin él, no puedo fluir ni dar vida a nada más.

El sol sintió mucha pena por su amigo pero decidió ayudarlo. Juntos empezaron a investigar qué había pasado con el río. Siguiendo el curso del agua, descubrieron que alguien había construido una represa y bloqueado su paso.

Decididos a solucionar el problema, buscaron a la tierra para que les ayudara. La encontraron en un campo abandonado, sin vida ni color. - ¡Tierra! Necesitamos tu ayuda - exclamó el sol -.

El agua está atrapada y no puede fluir libremente. La tierra miró al sol con tristeza y le explicó que habían construido edificios sobre ella, impidiéndole respirar y nutrirse adecuadamente.

El sol, el agua y la tierra se dieron cuenta de que juntos tenían la fuerza necesaria para resolver estos problemas. Decidieron trabajar en equipo para liberar al agua y devolverle la vida a la tierra.

El sol usó su calor para evaporar parte del río bloqueado por la represa, permitiendo así que el agua fluyera nuevamente. La tierra se encargó de prepararse para recibirlo, abriendo sus brazos y dejando espacio para que las plantas crecieran. Poco a poco, Solagua volvió a ser lo que era antes: un lugar lleno de luz, color y vida.

Los habitantes estaban felices porque sabían que solo trabajando juntos podían mantener ese equilibrio tan especial entre el sol, el agua y la tierra.

Desde aquel día, Solagua se convirtió en un ejemplo de cooperación y respeto hacia la naturaleza. Las personas aprendieron lo importante que era cuidar cada uno de esos elementos vitales para poder disfrutar de un entorno saludable y próspero.

Y así fue como el sol, el agua y la tierra enseñaron a todos los habitantes de Solagua que cuando trabajamos en equipo y respetamos la naturaleza, somos capaces de superar cualquier obstáculo y crear un mundo mejor.

FIN.

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