El Secreto del Árbol de la Vida



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, se encontraba el legendario Árbol de la Vida. Sus frutos tenían el poder de conceder deseos y curar cualquier enfermedad. Los aldeanos lo protegían y veneraban, conscientes de su inmenso poder.

Un día, un joven llamado Mateo, curioso e inquieto, decidió emprender un viaje para descubrir el legendario árbol.

Su determinación lo llevó a través de densos bosques y altas montañas hasta que finalmente, luego de superar numerosas dificultades, divisó el majestuoso Árbol de la Vida. Maravillado, se acercó con respeto y humildad, consciente de la importancia de la misión que había emprendido. Antes de alcanzar el árbol, Mateo se encontró con un guardián que lo observaba con curiosidad.

-¿Qué buscas aquí, joven viajero? -preguntó el guardián. -Vengo en busca de un fruto del Árbol de la Vida -respondió Mateo con determinación.

El guardián sonrió y le explicó que para obtener un fruto, debía demostrar su pureza de corazón y su desinterés por su propio beneficio. Mateo aceptó el desafío y se quedó en el pueblo, ayudando a los aldeanos y demostrando su bondad y generosidad sin pedir nada a cambio.

Con el tiempo, las personas lo aceptaron como parte de su comunidad, y él encontró la verdadera felicidad en ayudar a los demás. Un día, cuando menos lo esperaba, el Árbol de la Vida le concedió un fruto, reconociendo su nobleza de espíritu.

Mateo no pidió un deseo para sí mismo, sino que pidió que el árbol siguiera protegiendo y beneficiando a su gente. El árbol, conmovido por su generosidad, le concedió su deseo y prometió seguir siendo un símbolo de esperanza y sanación para todos.

Desde entonces, Mateo siguió ayudando a su comunidad, enseñando a otros la importancia de hacer el bien sin esperar recompensas.

El pueblo floreció, lleno de bondad y generosidad, y el Árbol de la Vida continuó inspirando a las futuras generaciones, recordándoles que los mayores tesoros se encuentran en el corazón.

FIN.

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