El Secreto del Árbol Dorado



En un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Ana. Ana era conocida por su curiosidad insaciable. Cada día, exploraba nuevos lugares, siempre buscando algo mágico que pudiera cambiar su vida.

Un día, mientras paseaba por el bosque, notó algo brillante entre los árboles. Intrigada, se acercó y encontró un árbol increíble, cuyas hojas doradas centelleaban bajo el sol.

"¡Hola! Soy el Árbol Sabio", dijo el árbol con una voz suave, como el murmullo de una brisa.

Ana se sorprendió, pero también se sintió emocionada.

"¿Podés hablar? ¿Tenés secretos?"

"Sí", respondió el árbol, "pero solo suelto mis secretos a aquellos que demuestran ser honestos."

Ana se sintió intrigada y un poco desafiada. De inmediato, decidió que quería saber más.

"¿Cómo sé si soy honesta?" preguntó.

"Te haré tres pruebas. Si las superás, compartiré mis secretos contigo."

La primera prueba fue un acertijo:

"Si tus amigos te piden que los ayudes a ocultar algo malo que hicieron, ¿qué harías?"

Ana reflexionó. Sabía que sería fácil ayudar a sus amigos, pero también comprendió que apoyar una mentira no era correcto.

"Les diría que lo que hicieron está mal y que deberían ser honestos."

"Bien hecho, Ana. Has pasado la primera prueba."

La segunda prueba consistía en un pequeño desafío. El Árbol Sabio le mostró dos caminos hacia una cueva brillante. Uno de ellos era muy peligroso, lleno de espinas y obstáculos, mientras que el otro era seguro y fácil.

"¿Qué camino elegís?" preguntó el árbol.

"Elegiré el camino peligroso, porque si hay algo brillante al final, quiero conseguirlo honestamente. No quiero tomar el camino fácil."

"Bravo, Ana. Has pasado la segunda prueba."

Por último, el Árbol Sabio planteó un dilema emocional.

"Si encontrás una bolsa llena de monedas en el suelo, pero sabés que pertenece a alguien más, ¿qué harías?"

Ana pensó en lo que significaría quedarse con esa bolsa, pero también en cómo se sentiría si fuera ella quien había perdido su dinero.

"Dejaría la bolsa donde la encontré y buscaría a alguien que la esté buscando. Es lo correcto."

"Exacto, Ana. Has pasado todas mis pruebas. Ahora, te revelaré mi secreto."

Las hojas doradas brillaron aún más y el árbol comenzó a contar su secreto:

"La honestidad es un tesoro que ilumina el camino de quien la lleva en el corazón. Te acompañará en cada paso y te hará brillar como yo. Si siempre elegís ser honesta, la vida te tratará con gratitud."

Ana, emocionada, entendió la importancia de ser sincera. Desde ese día, llevó el mensaje del Árbol Sabio a su hogar, compartiendo lo que había aprendido con sus amigos y familiares.

La curiosidad de Ana ya no solo era sobre encontrar algo mágico, sino también sobre ser una persona de bien. El pueblo pronto se llenó de risas y alegría, todo gracias a la valentía y la honestidad que Ana había aprendido del Árbol Sabio, un verdadero tesoro en su corazón que nunca se borraría.

Y así, el árbol siguió en su lugar, esperando a la próxima persona que tuviera el coraje de ser honesta, siempre listo para compartir su sabiduría dorada.

FIN.

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