El secreto del árbol encantado
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una niña llamada Ivet. Ivet era una niña curiosa, valiente y muy soñadora. Siempre estaba buscando nuevas aventuras y retos que la mantuvieran entretenida.
Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, vio a lo lejos un árbol enorme con ramas altísimas que se perdían en el cielo azul.
Sin dudarlo un segundo, decidió escalarlo para llegar hasta las nubes y ver el mundo desde arriba. "¡Mamá! ¡Voy a escalar este árbol tan alto como pueda!", exclamó Ivet emocionada. Su mamá la miró con preocupación pero sabía que su hija era muy decidida y no podía detenerla.
Así que le dio ánimos y le dijo:"Ten cuidado, Ivet. No te vayas a lastimar. "Ivet comenzó a trepar por el árbol con determinación. Ramita por aquí, rama por allá, subía cada vez más alto sin mirar hacia abajo.
El viento soplaba suavemente acariciando su rostro y el canto de los pájaros la acompañaba en su travesía. Después de mucho esfuerzo y valentía, Ivet logró llegar a lo más alto del árbol.
Desde ahí arriba podía ver todo Villa Feliz: las casitas coloridas, el río cristalino, las montañas verdes y hasta el campanario de la iglesia. "¡Qué hermoso es todo desde aquí arriba! ¡Parece un mundo mágico!", exclamó Ivet maravillada.
Pero de repente, una ráfaga de viento fuerte hizo temblar las ramas del árbol y desequilibró a Ivet quien perdió pie y empezó a caer al vacío. Su corazón latía rápido mientras veía cómo se acercaba peligrosamente al suelo.
En ese momento crucial, algo extraordinario ocurrió: en lugar de caer al suelo, Ivet fue atrapada por unas manos grandes y cálidas que salieron del tronco del árbol. Eran las manos amorosas del corazón de mamá que la sujetaron con fuerza para protegerla.
"¡Gracias mamá corazón! ¡Me salvaste!", exclamó Ivet emocionada mientras abrazaba tiernamente aquellas manos protectoras. El corazón de mamá sonrió dulcemente y le dijo:"Siempre estaré aquí para protegerte e impulsarte a seguir adelante, querida hija.
"Desde ese día, Ivet aprendió que aunque quisiera llegar muy alto en sus aventuras siempre tendría un lugar seguro donde refugiarse: en el amor incondicional de su madre. Y así continuó explorando el mundo con valentía sabiendo que tenía un corazón gigante esperándola para guiarla en cada paso que diera.
FIN.