El Secreto del Arcoíris
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Colores, un lugar donde siempre brillaban las sonrisas y la alegría. Entre sus habitantes, había una pequeña niña llamada Lula, que soñaba con descubrir qué había al final del arcoíris que adornaba el cielo cada vez que llovía.
Un día, mientras jugaba en el jardín, vio que el cielo se cubría de nubes oscuras, y a lo lejos se podía ver el arcoíris más brillante que había visto jamás. Su corazón latía de emoción.
"¡Mami, mami! ¡Voy a encontrar el final del arcoíris!" - exclamó Lula, saltando de alegría.
"Ten cuidado, Lula. Al final de un arcoíris, dicen que hay un tesoro. Pero también hay que ser valiente y estar alerta" - le respondió su mamá con una sonrisa, sabiendo que su hija tenía un espíritu aventurero.
Sin pensarlo dos veces, Lula tomó su sombrero, una mochila con galletitas y su mejor amiga, una ardillita llamada Tico, que siempre estaba dispuesta a acompañarla.
Mientras caminaban, el brillo del arcoíris se hacía más fuerte, y el paisaje empezaba a transformarse. Los árboles se volvían de colores vivos y las flores cantaban dulces melodías. En el camino, se toparon con una tortuga llamada Tula.
"¿Adónde van, pequeñas aventureras?" - preguntó Tula con su tono pausado.
"Vamos a encontrar el final del arcoíris, dicen que hay un tesoro" - dijo Lula emocionada.
"Pero, ¿qué harían con un tesoro?" - preguntó Tula, intrigada.
Lula se quedó pensando por un momento. Ella solo quería ver el mundo colorido y encantador que había al final del arcoíris.
"Quizás... tal vez un tesoro sería compartirlo con todos en el pueblo" - sugirió Lula.
Entonces, Tula decidió unirse a la aventura. Mientras seguían su camino, escucharon un rugido. Era un pequeño dragón azul atrapado entre unas ramas.
"¡Ayuda! ¡Ayuda!" - gritó el dragón con voz temblorosa.
"¿Qué te pasó?" - preguntó Tico, asomándose.
"Me quedé atrapado mientras trataba de volar cerca del arcoíris. Me gustaría unirme a ustedes, pero no puedo salir de aquí" - respondió el dragón.
Sin dudar, Lula y sus amigas se acercaron y juntos empezaron a quitar las ramas.
"¡Vamos, dragón, tú puedes salir!" - animó Lula.
Finalmente, lograron liberar al dragón, quien les agradeció con un brillo en sus ojos.
"Soy Piro, el dragón. Quiero ayudarles a encontrar el tesoro del arcoíris" - dijo con emoción.
Con Piro en su equipo, avanzaron más rápido. Al llegar al final del arcoíris, encontraron un brillante cofre de colores. Lula lo abrió con gran expectativa.
"¡¿Qué habrá adentro? !" - exclamó Tico, saltando de un lado a otro.
Cuando levantaron la tapa, en lugar de oro o joyas, encontraron una serie de pintorescos frascos llenos de polvo de colores.
"¿Es esto el tesoro?" - preguntó Lula decepcionada.
"No solo eso, mira" - dijo Piro mientras soplaba el polvo de colores. A medida que el polvo se esparcía, el paisaje a su alrededor empezó a brillar incluso más.
"Este polvo puede hacer que los colores del mundo brillen más. Pero, lo más importante, es que si lo compartimos, podremos llenarlo todo de alegría" - explicó Tula.
Lula sonrió al darse cuenta de que la verdadera riqueza no estaba en el cofre, sino en poder compartir la felicidad.
Así, regresaron a su pueblo y comenzaron a esparcir el polvo entre sus amigos y familiares. Cada uno que probaba un poco, sonreía de alegría y el pueblo se llenó de colores, risas y felices miradas.
Desde ese día, cada vez que llovía, Lula ya no solo soñaba con el final del arcoíris, sino que aprendió que a veces, el mayor tesoro es la alegría que podemos compartir con los demás.
Y así, en el pueblo de Colores, el arcoíris siempre brillaba, un símbolo de amistad y amor entre todos sus habitantes.
FIN.