El Secreto del Arroyo Encantado


Renata era una niña muy curiosa y traviesa que vivía en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz. Siempre estaba inventando juegos y travesuras para divertirse con sus amigos.

Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, encontró un arroyo cristalino que la invitaba a jugar. Al acercarse al arroyo, Renata vio a unos patitos nadando felices en el agua y decidió imitarlos.

Se quitó los zapatos y calcetines, se remangó el vestido y comenzó a chapotear en el arroyo. De repente, escuchó una voz dulce que le dijo:- ¡Renata! ¡Cuidado con mojarte demasiado! Era Doña Rosa, la anciana del pueblo que siempre estaba atenta a los niños.

Renata se sorprendió al verla allí. - ¿Por qué no te unes a mí, Doña Rosa? El agua está fresquita y es muy divertido -dijo Renata con entusiasmo. Doña Rosa sonrió y le respondió:- No puedo mojarme tanto, querida.

Pero tengo algo especial para ti. De su bolso sacó un pequeño frasco de cristal con algo brillante adentro. - Esto es agua bendita del río sagrado de nuestra comunidad.

Dicen que tiene poderes mágicos si te la echas en la cabeza durante tu bautismo en el arroyo -explicó Doña Rosa. Renata abrió los ojos como platos de asombro y emoción al escuchar sobre esa tradición desconocida para ella. - ¿Bautismo? ¡Eso suena genial! ¿Cómo lo hago? -preguntó Renata ansiosa por descubrir más.

Doña Rosa le explicó todos los pasos para realizar el bautismo: cómo sumergirse en el agua tres veces mientras pronunciaba palabras especiales que debía recordar. Renata estaba emocionada por llevar a cabo esta nueva aventura.

Al día siguiente, junto con sus amigos del pueblo como testigos, Renata se adentró valientemente en el arroyo con el frasco de agua bendita en mano. Siguiendo las indicaciones de Doña Rosa, realizó cada paso con determinación y alegría.

Al finalizar el tercer chapuzón ritualístico exclamando las palabras adecuadas, sintió una energía renovadora recorrer todo su ser. De repente, ocurrió algo extraordinario: unas luces brillantes rodearon a Renata mientras salpicaba agua hacia todas direcciones.

Sus amigos gritaban de emoción ante aquel espectáculo tan mágico e inesperado. Cuando todo volvió a la normalidad, Renata salió radiante del arroyo con una sonrisa resplandeciente en su rostro.

- ¡Lo logré! ¡Soy oficialmente bautizada! -exclamaba emocionada mientras abrazaba efusivamente a sus amigos y recibía felicitaciones por doquier. Desde ese día, Renata se convirtió en la guardiana del arroyo cristalino; cuidaba de él como si fuera un tesoro precioso y recordaba siempre aquel momento mágico que cambió su vida para siempre.

Y así continuaron las aventuras de Renata en Villa Feliz, donde cada día era una oportunidad para descubrir nuevos secretos llenos de magia y diversión.

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